Hoy: 23 de noviembre de 2024
En la moderna medicina, difícil es que un profesional recete, para alivio de males, una caja de supositorios. Pero hace pocos años, el supositorio se consideraba un remedio infalible que sustituía a las inyecciones, dolorosas sólo con ver la largueza de la aguja sobre las jeringuillas.
Conocí a un fraile mayor que en su vida consintió ir al médico por más indispuesto que se encontrara. Contradecirlo fue tarea sin resultados ya que su negativa no admitía razonamientos: “Los médicos te lo quitan todo, el tabaco, el coñac, el café…, menos la enfermedad. Y encima, te mandan supositorios. Anda y que lo pongan ellos”. Era su argumento incontestable. Pudo mantenerse virgen hasta el final. Y murió sin medicinas, acompasando el tiemblo de su corazón con el de las estrellas.
Desaparecida la espontánea genialidad de Mingote queda, para deleite de las inteligencias, la irónica agudeza de El Roto que, en una de sus viñetas admirables, nos muestra un señor con pinta de gobernante, alertado por un asesor que le advierte: “A la gente le cuesta tragarse las mentiras”. Sin inmutarse, el señor con pinta de gobernante le responde: “Probad con supositorios”…
Como si se tratase de vacunas para el Covid, incontables contenedores de supositorios llegan a la Moncloa para vacunarnos contra las mentiras que, al paso de cada día, terminarán infectándonos también el alma.
Estamos en continua lucha por defender a las mujeres –dicen–, aunque sus violadores salgan a cientos de las cárceles, motivados por una ley que favorece a quien lastima… Probad con supositorios.
Que hemos convertido la rebelión –cosa de niños–en una escaramuza y no estaría bien condenar a los ladrones de doble bolsillo si no se han guardado nada en el primero… Probad con supositorios.
Que hasta dónde vamos a llegar si los jueces cumplen con su misión sin contar con nosotros para las sentencias… Probad con supositorios.
Y así un día y otro. Y unos y otros, otros días.
Sólo contra la pared estaremos a salvo.