Hoy: 23 de noviembre de 2024
He seguido con pasión, y confieso que en ocasiones con sonrisa maliciosa, todo el asunto de los trenes diseñados para la red ferroviaria de Cantabria que a la hora de la verdad no caben por los túneles. Lo de sonrisa maliciosa no tiene nada que ver con el estropicio que han liado los técnicos a la bella Cantabria, bien que lo siento, sino con mi autoestima, porque ya no me siento una piltrafa chapucera, un miembro de la pandilla de ‘Pepe Gotero y Otilio’ de esos que miden ‘a ojo’. Si hay ingenieros y técnicos que calculan mal y no tienen cuenta los gálibos -eso que sale un montón de veces en el teórico del carné de conducir-, y supervisores incapaces de ver y parar el error en los informes, tengo derecho a mis propias equivocaciones de cálculo con los que estropee una tarima de mesa camilla (quité un poco de aquí y un poco de allá ‘a ojo’ y al final el brasero se colaba y se quedó tan holgado en el hueco que se movía tanto como una aceituna con hueso en la boca de un anciano desdentado). Eso y un mueble de cocina por el mismo sistema de cálculo con una puerta que no encajaba. Esto fue peor porque tuve que encargar uno nuevo y escuchar a mi esposa con improperios varios sobre mi singular torpeza durante días. Todavía se regodea en reuniones de amigos; ¡es como si le gustase el escarnio!
Sepa usted que en España para medir tenemos el Sistema Métrico Decimal, que está basado en el metro como unidad fundamental de medida de longitud y a partir de ella, las unidades de mayor tamaño se llaman múltiplos y las de menor se denominan submúltiplos. Esto es así desde el 19 de julio de 1849, cuando se declaró obligatorio y se ponía orden en una multitud de medidas como la legua, la vara o la fanega que variaban en las diferentes zonas del país. No es que yo sepa mucho, es que lo he leído en ¡Adelantos, historia y noticias de la ciencia’ en un artículo en el que asegura que antes de la Revolución Francesa, en el Antiguo Régimen, convivían -otra cosa es cómo- hasta 800 nombres de distintos de unidades de longitud, superficie o volumen…
Pues sí, en España tenemos el Sistema Métrico y el sistema ‘a ojo’, que yo he empleado con resultados penosos, y me pregunto si no ha sido éste el que han utilizado los ingenieros de Adif y Renfe para calcular trenes y túneles. Si no cómo se explica la ‘chapuza ferroviaria del siglo’: un proyecto que ha costado 260 millones de euros y retrasará tres años la llegada de los nuevos trenes: los 31 (21 de ellos destinados a Cantabria y 10 a Asturias) que tendrían que haber estado listos para el próximo año no lo estarán hasta dentro de otros tres si las cosas van bien. ¡A que vistas así las cosas lo de mi brasero da risa!
Lo que no tiene ninguna gracia es que se hayan destituido a dos directivos del escalafón medio en Renfe y Adif (que me perece justo y necesario) y que por ahora nadie de la cosa política o incluso de la dirección de las propias empresas públicas asuma responsabilidades, que las hay. Este es un asunto tan vergonzante y grave que entre los de arriba alguien, o más de uno, debería salir sin despedirse. ¡Y sin medir nada, por Dios!
Desde este miércoles, solo es obligatorio llevar mascarillas en centros sanitarios, farmacias y para los trabajadores y visitantes de centros sociosanitarios, pero deja de serlo en el transporte público y resto de servicios. Vale, está bien que al final sea una medida que no obligue y que cada uno elija si llevarla o no en adelante.
Esta pandemia en la que llevamos alojados tres años, y digo llevamos porque las cifras de enfermos y víctimas demuestran que no ha desaparecido de nuestras vidas, nos ha enseñado algunos hábitos y costumbres que no deberíamos perder, como la higiene frecuente de manos o el uso de tapabocas para evitar contagios de patologías infecciosas como la ‘vulgar gripe’. Yo, que llevo las cuatro dosis, estoy entre los que seguiré usando mascarilla si me meto en el metro, el autobús o en comercios atiborrados de público, pongo por caso, y con un poco de suerte me libraré de la gripe y es posible que de la COVID. Ya saben, más vale prevenir. Además, lo confieso, es que soy feíllo.