Síndrome de Diógenes: señales que alertan de un problema mental grave

21 de abril de 2025
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Síndrome de Diógenes |EP

Aislamiento extremo, acumulación compulsiva y rechazo a la ayuda: un trastorno silencioso que afecta cada vez a más adultos mayores

El olvido empieza en casa. En un rincón de la ciudad, una persona mayor vive rodeada de pilas de objetos inservibles, bolsas con restos de comida y una oscuridad que no es solo física. Podría ser tu vecina, un familiar o incluso alguien que camina por tu misma acera. Y probablemente, padece el Síndrome de Diógenes. Un trastorno mental poco comprendido, muchas veces ignorado, que se esconde entre las grietas del envejecimiento y la soledad.

El Síndrome de Diógenes no es una rareza aislada. Afecta principalmente a personas mayores de 65 años que, por lo general, viven solas. El perfil más común: alguien que, con el tiempo, comienza a desentenderse de su higiene personal, descuida su alimentación y rechaza cualquier intento de ayuda. A la par, la casa se transforma en un laberinto de acumulación compulsiva: periódicos viejos, envases vacíos, bolsas y objetos sin valor aparente.

Una casa abarrotada, una vida desbordada. La acumulación no es casual ni racional, y no responde a un deseo estético o práctico. Se trata de una manifestación profunda del abandono interior. Muchas veces va acompañada de trastornos mentales, como la demencia o la depresión, aunque no siempre hay antecedentes psiquiátricos. Según una información publicada en el Diario de Cuyo.

¿Cómo se detecta?

No hay análisis de sangre ni estudios de imagen que lo confirmen. Se diagnostica a partir de la observación directa del entorno y del comportamiento. El aislamiento, la hostilidad ante quienes intentan ayudar, la total falta de autocrítica y la convicción de que “todo está bien” dificultan la intervención.

El caso se complica porque la persona, si no está incapacitada legalmente, puede rechazar cualquier asistencia, aunque el entorno esté en condiciones insalubres. A menudo, son los vecinos o familiares quienes dan el primer aviso. Y es crucial que así sea: un diagnóstico temprano puede cambiarlo todo.

La solución no es tirar, es acompañar. El tratamiento requiere la coordinación de médicos, psicólogos y trabajadores sociales. Se necesita reconstruir la confianza, ofrecer ayuda sin imponerla y entender que detrás de cada bolsa acumulada hay una historia, un duelo o un miedo no resuelto.

La prevención empieza en la escucha. En estar atentos a quienes viven solos, a quienes ya no abren la puerta, a quienes evitan el contacto. Porque el Síndrome de Diógenes no solo es una cuestión de limpieza: es una emergencia emocional que merece ser atendida.

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