Como cordobés de nacimiento me aficioné pronto al desglose de las sentencias senequistas e incluso a la elaboración de algunas con las que sonrío para mis adentros. Ésta, supongo que la descubrí una mañana al despertar mirándome al espejo: “No somos responsables de la cara que tenemos, pero sí de la cara que ponemos”.
Viendo las recepciones que la Familia Real ha de abordar por compromisos de oficio, descubro la languidez, la desgana a veces en el rostro que se pueden evitar con un esfuerzo. Cuando se tiene delante a alguien, el que sea, debe recibir de nosotros una atención preferente: salir del encuentro convencido de que le distinguimos en su excelencia. Responsables somos de la cara que ponemos, que no es hipocresía, sino respeto y elegancia.
En la recepción de Marivent destaco la naturalidad del Rey y de Doña Sofía. Cada uno, dentro, lleva su dolor o su inquietud, como todos, pero da la impresión de que los invitados se contagian de sinceridad con el saludo que de ellos reciben.
Las niñas. Las princesas, están aprendiendo.
Pedro Villarejo