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Señor Tamames, ¡qué necesidad tenía usted!

Ramón Tamames

Ramón Tamames, durante una entrevista en TVE.

Con el corazón roto por el reguero de muerte y barbarie provocada por el psicópata Putin y el dolor de las miles de víctimas por los terremotos en Turquía y Siria, parece que hablar de cualquier otra cosa es una broma de mal gusto, pero es inevitable y más cuando nos enfrentamos a una moción de censura que tiene todos los ingredientes del esperpento de Valle Inclán que desvirtúa la realidad de personajes, contexto, tiempos, objetivos, finalidad y resultados.

   Vox, el partido de Santiago Abascal, ha presentado una moción de censura contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la que lleva a Ramón Tamames como candidato a la presidencia, y por tanto será el economista y exdirigente del Partido Comunista de España el que defienda la iniciativa y el que se enfrente en la Cámara al presidente socialista. 

   Formalizado el trámite, será ahora la Mesa del Congreso que preside Meritxell Batet la que fije los plazos y detalles del debate. Todo parece indicar que podría celebrarse en la segunda quincena de marzo.

   Decimos que en esta legítima iniciativa palamentaria realidad y esperpento van de la mano. O, ¿de qué se trata cuando el líder de un partido recurre a alguien de fuera de la organización y de sus ideales como candidato alternativo a la presidencia y no lo hace él mismo, que podría parecer lo lógico? ¿Y de qué se trata cuando un partido de la ultraderecha  española recurre a un histórico líder comunista para que suba en su nombre al estrado del hemiciclo a defender ideales que, seguro, no van a ser los de Vox en múltiples asuntos, caso del aborto sin ir más lejos.

   Cuando afirma Abascal que se conforma con una “coincidencia de mínimos” con Tamames destapa sus intenciones: que se hable de ellos, aunque sea mal -que no será el caso-, que se hable mal de los socialistas y especialmente de sus socios de Gobierno -que sí sucederá-, y dejar al PP y a Feijóo más incómodos que rodeados de avispas cabreadas.

Es decir, que Vox busca oxígeno para recuperar tono, visibilidad y ganar terreno en el electorado ‘popular’ al tiempo que se evidencian las contradicciones o el entreguismo del Ejecutivo de Sánchez a los postulados de sus socios en materias como el independentismo.

¿Qué puede pasar?

   ¿Qué puede pasar? ¿Cómo puede acabar una sesión en la que, por los actores protagonistas, tiene todos los ingredientes para el drama o la comedia? Pasar no va a pasar nada y nada va a cambiar porque todo esto parece el guion de una boutade en su justa definición como una intervención “pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a empresionar”. ¿Es ingeniosa?, sí lo parece. ¿Impresionará? Pues también lo parece.  

   La Moncloa ha decidido darle la máxima relevancia política a esta iniciativa de Vox, la segunda que presenta, y el PP trata de ridiculizarla y su líder, Alberto Núñez Feijóo, que se reunió con Tamames en su casa para que no aceptase, la cataloga de “show”…

Ni ellos ni ninguna fuerza política en el Congreso la apoyarán -salvo Vox, como es lógico-, así que solo cabe escuchar lo que digan unos y otros, entre ellos los silencios, ver las miradas de complicidad o de reprobación y seguir atentamente las palabras de don Ramón al analizar el momento social, político y económico que vive este país. 

   En cualquiera de esos tres frentes el discurso de Tamames tendría relevancia de no ser porque las palabras del autor de Estructura económica de España no encontrará el acomodo necesario ante una parte, al menos, de un ‘público’ predispuesto a la chanza o el ninguneo. Nunca está de más oír con respeto lo que el profesor tenga que decir porque, si son autorizadas, las voces y las opiniones no sobran. 

   Declara la ‘mano derecha’ de Abascal, Espinosa de los Monteros, que “merece la pena escuchar a una persona mayor: en Vox nos gusta oír lo que tienen que decir los mayores”.

Como principio se lo compro porque la experiencia es hermana de la sabiduría, pero la sensación de que el señor Tamames no tenía necesidad de esta fiesta-botellón no me la quita nadie.

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