Araceli, la primera persona vacunada en España contra la Covid, se acerca al siglo de vida

7 de noviembre de 2023
10 minutos de lectura

Cumplirá cien años el próximo febrero y dos después de la pandemia esta granadina habla de sus recuerdos y de su vida desde que nació en una cueva

El próximo febrero, Araceli cumple cien años, un siglo de vida intensa y tranquila hasta que la fama la sorprendió cuando en plena pandemia por la covid, en el peor momento que ha vivido este país y el mundo en la historia reciente, ella fue la primera ciudadana española que aceptó vacunarse contra el virus.

Dos años después, Araceli sigue con sus rutinas en la residencia de Guadalajara en la que está internada. “Está bien, feliz y tranquila”, asegura a Fuentes Informadas Marina, la directora del centro, que ya adelanta que para su cumpleaños centenario Araceli tendrá una fiesta especial.

En casi tres horas de charla con ella solo se le quebró la voz y le venció la emoción cuando descubrió un cuadro con una fotografía de su pueblo accitano.

Acariciar la imagen

Empezó a acariciar la imagen con ternura, sin apartar la mirada, recorriendo con los dedos deformados por la artrosis el perfil de la Catedral y de una fuente que corona los antiguos Cruces.

«Ay, mi pueblo, el pueblo de mis hermanos…». Sonó a lamento y derramó una lágrima que intentó disimular porque ella es, por encima de cualquier otra cosa, una mujer agradecida a la vida. «Me gustaría volver al pueblo para ver cómo está todo, pero sé que ya es imposible. La verdad es que no recuerdo cuándo fue la última vez que estuve allí».

Araceli aparece al final de un pasillo de la residencia Los Olmos, de Guadalajara, donde vive desde hace tanto tiempo que no lo puede precisar, dando pasos cortos con ayuda de un andador. Se nota que ha pasado por la peluquería, se protege con gafas de sol y mascarilla y viste una chaqueta de piel negra que la rejuvenece tanto que nunca parecería que está a un paso de cumplir un siglo de vida.

A la historia

Es de muchas sonrisas y pocas palabras, y asegura que, aunque haya pasado a la historia de la medicina española, apenas ha visitado los médicos porque ha sido siempre una mujer de buena salud.

«Tengo problemillas con un oído y las piernas, que no responden como antes, pero de lo demás estoy estupendamente. Me valgo sola para todo, aunque en la residencia tenga la ayuda que necesito».

Araceli Rosario Hidalgo Sánchez nació un 20 de febrero de 1924 en una cueva, en el barrio de la Ermita Nueva, de Guadix.

«Las cuevas ahora son muy famosas, pero entonces no tenían tantas comodidades. En la nuestra había cuatro dormitorios y varias habitaciones más, una de ellas para el taller de mi padre, y teníamos un huerto para hortalizas y animales de granja».

20 hermanos

Sus padres, Carmen y Pedro, tuvieron 20 hijos, aunque solo diez lograron sobrevivir. «Todos eran muy aficionados a la música y formaban parte de la Banda Municipal, así que en mi casa era fácil montar la fiesta. Tocaban el violín, la guitarra, la flauta, el clarinete o el acordeón”.

Y agregan: “Todos aprendieron por voluntad sin acudir a ninguna escuela. En mi familia éramos muy felices y yo no quería que las Navidades se acabasen nunca. Cuando llegaban los Reyes Magos nos echaban cosillas sencillas, como una cajita de paja con caramelos, una flauta o frutas. Éramos muchos y no había para caprichos. Todos los años les pedía una muñeca pero nunca me la trajeron, así que de mayor me la compré yo».

Pedro, un manitas muy habilidoso, se dedicaba a fabricar sillas con asientos de enea que entonces eran muy populares en los cines de verano y en todos los hogares, así que la familia, aunque muy numerosa, nunca pasó demasiados apuros porque nunca faltó el trabajo.

Sin reproches

No hay reproches ni quejas en las palabras de esta mujer, ni siquiera cuando habla de la travesía de la Guerra Civil, los años más tristes de su vida.

«Todos lo pasábamos mal, pero había algunas criaturas que daban mucha pena porque el hambre y las necesidades eran muchas y no había donde coger. Yo era muy joven, pero ya me daba cuenta de las cosas».

Se refiere sobre todo al racionamiento y las largas colas que se formaban para conseguir un poco de pan y comida, y las carreras diarias hasta un refugio que existía en el barrio de las Cuevas cuando sonaban las sirenas para avisar de los bombardeos.

«Si tuviera que borrar algo de mi vida serían esos años tan malos porque se sufría mucho. La vida tiene muchos enredos y tenemos que aprender a avalorar lo que significa vivir en paz; yo he pasado por una guerra y eso no puede volver a ocurrir en España.

Una niña alegre

A la memoria de Araceli le fallan las fechas pero no los detalles de una infancia en la que fue una niña alegre. «Entonces los juegos eran en pandilla y en la calle; cuando no había escuela nos pasábamos el día con la rayuela, la rueda o la comba. Crecíamos con más tranquilidad de la que hay ahora. Era muy divertido y éramos muy inocentes, incluso cuando llegaban los primeros amores. No olvide que los padres, y sobre todo los hermanos mayores, estaban muy pendientes de nosotras para ‘guardarnos’… Cuando éramos un poco mayores hacíamos bailes en las casas. Se avisaba de casa en casa y al final todos nos reuníamos en el lugar y a la hora acordada. Y claro, allí estaban vigilando para que no hubiera ni besos ni tocamientos ni nada, pero nos divertíamos. Era lo que había».

Aunque ahora todo haya cambiado tanto, la mujer no se escandaliza, pero admite cierta sorpresa porque «se ha perdido el temor de Dios». «Ahora hay mucha libertad para todo, hasta para que los novios hagan lo quieran y no me parece ni bien ni mal. Lo que sí me parece es que una parte de la juventud se pasa mucho, no piensa en nada, solo quiere divertirse a toda costa pase lo que pase, y eso trae consecuencias. A mí me gusta que los jóvenes sean felices pero que no pierdan la cabeza y que respeten a los mayores».

Maestra

No echa de menos nada que no haya podido hacer, porque viajó a Marruecos y una vez con el Imserso a Canarias, aunque sí le habría gustado estudiar para ser maestra, labor que ‘ejerció’ de vez en cuando para sustituir a su suegra, que lo era, en un colegio del barrio de Santa Ana cuando enfermaba. «Eran muy chiquitillos y les enseñaba la cartilla. Me defendía bien y me habría gustado esa profesión».

Reconoce que el tiempo se ha llevado muchos recuerdos sobre una ciudad en la que le gustaba mirar las tiendas de almacenes como La Paz, y los comercios de ultramarinos, de los que todavía hoy sobreviven algunos, y sobre personas que formaron parte de su vida.

«Tenía mucha familia en Guadix, pero ya no me queda nadie, y los que todavía viven están muchos de ellos en Barcelona. Todo me parece que ha pasado muy rápido aunque tenga tantos años. Se van quedando atrás muchas cosas y personas».

A Tánger

Se casó con Antonio Rodríguez Reyes antes de cumplir los veinte y tras ir en viaje de novios a Granada, la pareja decidió quedarse a vivir en el barrio de la Chana, pero las cosas no fueron fáciles y Antonio decidió probar suerte como carpintero en Tánger.

El matrimonio, que llegó con dos hijos pequeños, uno en brazos y otro en pañales, permaneció durante nueve años en la ciudad marroquí.

Araceli hizo que sus dos hijos estudiasen primero en una escuela española y después los matriculó en el Colegio Inglés, así que consiguió que sus hijos fuesen bilingües en un tiempo en el que muy pocos en España manejaban idiomas. «Eso les hizo que después encontrasen trabajo sin problemas. Fue la mejor decisión que pude tomar».

La vida de la familia en Tánger era buena hasta que la situación social se complicó por la creciente tensión contra los extranjeros. «Empezaron a ser muy agresivos contra todos los que no eran marroquíes. Por la noche si encontraban a alguien en la calle lo mataban, así que nos dio miedo y decidimos regresar a España, de nuevo al barrio de la Chana, y Antonio abrió una carpintería que nos fue bien».

Antonio enfermó

Un tiempo después su marido enfermó y las visitas a Guadix se espaciaron. Los hijos trabajaban fuera, en Madrid y Barcelona, y la pareja pensó que no querían ser una carga para ellos, así que pidieron plaza en una residencia pública. «Los niños tenían sus vidas y nosotros si nos íbamos con ellos seríamos un estorbo, así que lo mejor era una residencia y aunque yo estaba bien de salud quise entrar también para cuidar de mi marido«.

Les dieron plaza en un centro de Molina de Aragón, un lugar frío y lejano en el que murió su esposo. Araceli pidió de nuevo plaza en un centro más cercano a uno de sus hijos, y la consiguió en Los Olmos, en Guadalajara, en la que vive desde entonces.

Allí le sorprendió la fama en medio de una situación dramática de la sociedad española por culpa de la pandemia de la covid. La vacuna llegó como la esperanza y la solución contra el enorme dolor que causaba el reguero de muertos y contagios, y le propusieron a Araceli que si quería ser la primera en ponérsela. «Claro que sí, yo no tenía miedo a la vacuna, tenía más miedo a lo que pasaba si enfermabas».

Llevó bien toda la vorágine mediática que se formó y se desenvolvió con soltura en medio de una nube de cámaras de televisión y fotógrafos. «Es como si fuese la reina del baile por un día», bromea la mujer, que recuerda emocionada las felicitaciones que recibió de todo el mundo por su ejemplo.

Portada en los medios

Portada en todos los medios, abrió todos los informativos y su gesto se entendió como el primer paso para superar la tragedia, que se había cebado sobre todo con los ancianos.

En la residencia la visitó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Sanidad, Carolina Darias, y fue recibida por los Reyes, don Felipe y doña Letizia, en el Palacio Real. Estuvieron muy cariñosos conmigo. «El Rey me preguntó que si era de Granada y yo le respondí que era de Guadix, y se quedó mirándome con una sonrisa. La Reina me dijo que estaba muy bien para la edad que tenía y yo le contesté que ella también estaba muy bien para su edad».

Los recuerdos de aquellos días con los Reyes, políticos y alguna gente que no conocía, permanecen hoy enmarcados en cuadros que tiene sobre la cómoda de su cuarto, en el que ha hecho hueco a la fotografía del pueblo. Ahí está esa parte de su vida que la ha llevado a la historia de este país.

Araceli acaparó de nuevo los focos para la segunda y la tercera dosis. «Para que podamos vencer esta pandemia hay que seguir cuidándose mucho y cuidando mucho a los demás. Parece que la gente y sobre todo los jóvenes se han lanzado a la calle como si ya no pasara nada, y creo que todavía es pronto para perderle la cara a este bicho».

Llegar a los 100…

Si alguien quiere saber cómo llegar a los 100 años y estar tan bien como ella, asegura que su secreto es comer y dormir bien y evitar los malos ratos, o lo que es igual: cuidarse y llevar una vida tranquila.

«Yo como de todo y todo me sienta bien», pero si tiene que elegir se queda con la paella de marisco, su plato preferido, y sueña con las gachas que le hacía su madre con harina de maíz, pimiento ‘colorao’ seco, pimientos asados y arenques o boquerones, que no ha vuelto a probar desde que salió del pueblo, aunque recuerda la receta con detalle. «He cocinado mucho de niña porque cuando mi madre me enseñó yo preparaba de comer para los 12 de la casa y nadie se quejaba».

En su historia personal está orgullosa de sus dos hijos, cuatro nietos y dos bisnietas que la visitan siempre que es posible los fines de semana.

–¿Qué le va a pedir este año a los Reyes Magos?

–«Todavía no lo he pensado. Mis hijos me han preguntado ya pero la verdad es que no necesito nada. Mi único deseo es que la gente pueda ser feliz. Solo quiero que las personas puedan luchar por su vida y disfrutar de ella porque de la mía no tengo queja. He vivido mucho y he sido feliz».

Cuando nos despedimos Araceli regresa con su andador por el pasillo para volver a su habitación. A la mitad del camino se vuelve y nos saluda por última vez con la mano.

Futbolera y del Real Madrid, cree que Ronaldo es mejor que Messi

La jornada de Araceli empieza temprano y cada día, como un reloj, se levanta a las 6:45 de la mañana, aunque se haya acostado tarde porque se quedó viendo algún programa de televisión que le guste. Tras el aseo y el desayuno llega el momento de hacer un poco de gimnasia, arreglar la habitación, y se da un paseo por los jardines de la residencia. Por la tarde habrá tiempo para un rato de siesta y se pasa la tarde hasta la cena viendo programas de cotilleos y corazón   «en los que todos se despellejan vivos. Me divierte, es como un circo».

Tras cenar Araceli vuelve a su cuarto y de nuevo se entretiene con la televisión, si hay algún programa de reality no se lo pierde, todos menos ‘La isla de las tentaciones’, que le parece «una marraná», pero si hay fútbol, lo primero es el fútbol. Se confiesa muy futbolera y merengue desde hace mucho tiempo. «En el Real Madrid hay muchos nuevos, a ver si espabilan». Araceli sentencia que Ramos se equivocó al irse al PSG y se declara fiel de Ronaldo, «mucho mejor que Messi aunque ya no estén en nuestra Liga”. Confiesa que un día maravilloso para ella es cuando se enfrentan culés y merengues «para que pierdan los catalanes».

Pese a su pasión por el fútbol se tiene que contentar con los resúmenes porque no tiene televisión de pago, y admite con cierto pesar que jamás ha estado en el Bernabéu.

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