Hoy: 2 de diciembre de 2024
Algunas ciudades conservan aún el privilegio de no haber crecido. Salamanca sigue siendo testarudamente pequeña porque no precisa más espacio para sus estudiantes, sus iglesias, sus pícaros y sus mendigos. ¿Qué le importa crecer si en ella crecieron Averroes, Pedro de Alcántara, fray Luis, San Juan de la Cruz?… En la sabiduría de Salamanca se salvó la unidad de la Iglesia frente al protestantismo. Fue Salamanca quien dio energía espiritual a los misioneros que embarcaron hacia las Indias… Crecer, para qué, si sus dos catedrales se adornan con los mejores bucles de la piedra tierna y sus palacios son el acabado pentagrama de todos los estilos.
Entre iglesias, casas blasonadas, Colegios Mayores, frailes y estudiantes, Salamanca desemboca siempre en el inmenso cuadro de su Plaza Mayor, como en un yunque donde se afilan todos los conocimientos. Porque toda Salamanca es universidad y la universidad una enorme plataforma dividida en calles, esquinas o plazas, donde los jóvenes ensayan la vida y descubren su propia metamorfosis desde los grandes temas de siempre: el vicio y sus destinos, la doble cara de la fortuna, la verdad o la mentira, el enigma del amor, la condición humana…
En el enjambre de esta colmena deliciosa, los estudiantes de Salamanca enseñan al mundo que la anarquía sólo es posible cuando se la ilumina con cultura.
Desde 1306 están en Salamanca los carmelitas. En 1479 el obispo les ofrece la parroquia de San Andrés y, desde ella, los sueños de fundar allí un Colegio Mayor para no ser menos que tantas Órdenes Religiosas, instaladas ya en la ciudad con sus banderas de prestigio.
Al llegar fray Juan de Santo Matía, recién profeso, el Colegio Carmelitano de San Andrés lleva dieciséis años gozando de agregaduría a la universidad como Studium Generale y tiene, igual que casi todos los Colegios Mayores religiosos, una organización mixta: por una parte, son colegios particulares con clases propias, regentadas por religiosos eminentes de la misma Orden; por otra, sus estudiantes reciben estrictamente la enseñanza en las clases del Alma Mater de la Universidad. Su formación es, por tanto, completa: lo propio de la Orden y lo común, que acerca. (1)
En los años salmantinos de fray Juan hay en la ciudad más de cinco mil estudiantes. Y sólo dieciséis los carmelitas universitarios que han de acatar las normas dispuestas en el Capítulo de Venecia, celebrado en 1548, dejándoles severos reglamentos de disciplina:
– Que salgan sólo para las clases y de dos en dos, vistiendo capa blanca y con compostura de religiosidad. Los que contravengan estas normas deben ser encarcelados durante ocho días. Los reincidentes serán expulsados…
Pero también se exige del prior, bajo penas, que reciba a todos los carmelitas de España que así lo desearen, dándoles de comer en abundancia, previo pago de diez escudos al año.
Este personaje y todo lo q concierne a su vida me tiene perplegea,entusiasmada,entretenida además de enganchada
Más adentro habrá más espesura.
El duende