Cuando escribí “René en su laberinto” nunca pensé que muchas personas aprovecharían la sensibilidad del adolescente para conocerse a sí mismas. Los que inventamos los personajes de un libro, ofrecemos en parte el espejo donde nos hemos mirado y en cuyo azogue también pueden coincidir quienes quieran descubrirse.
En la preciosa Torre del Mirador del Carmen, de Estepona, el alcalde presentó a René como si lo conociera de toda la vida. Lo había leído tan a fondo que parecía él el adolescente atravesando las calles de Baeza, que bien pudieran haber sido las de Estepona si el mar hubiese estado enfrente azulando todas sus palabras. Don José María concluyó su presentación mostrando el libro como una antología de sentencias, igual que el aceite vertido en un plato al que dan ganas de mojar un pellizco de pan.
Hoy René agradece tantas muestras de cariño recibidas a través de Fuentes Informadas donde ha lucido palmito. Sus muchos amigos le han esperado en las páginas del domingo para pasear con él, llenarlo de advertencias y orlarse con lo que aún René, antes de llegar a la juventud, no le ha dado tiempo a conocer… Con todos hoy René se siente limpiamente satisfecho.
Pedro Villarejo