RAFAEL FRAGUAS
Acreditar que un dirigente político está cuerdo y en su sano juicio, garantizaría que sus actos se atengan a conductas explicables, racionales y sensatas. Sin embargo, hoy, tal acreditación no parece existir: los filtros políticos que detectaban la insania de determinados individuos y los apartaba de la carrera hacia el poder político, se han volatilizado dentro de un proceso de degradación de la vida pública occidental sin precedentes.
Por causa de tal déficit, hemos asistido al acceso hasta importantes centros de poder, incluidas presidencias de repúblicas e incluso de superpotencias, de personajes cuya evidente inestabilidad psíquica y mental permite a psiquiatras y psicoanalistas confirmar que sufren psicopatologías graves; sobre todo, las endotímicas, concernientes al descontrol emocional y afectivo; en su caso, son peligrosas en extremo, habida cuenta de que toda decisión política que surja de sus manos alcanza necesariamente, por sus efectos, a la sociedad.
De este modo hemos comprobado en la actualidad la proliferación de conductas propias de individuos esquizofrénicos, paranoicos, cuando no, neuróticos obsesivos, también, en ocasiones, de psicópatas y de todo tipo de desequilibrados, en las filas de los más elevados niveles de responsabilidad política en muchos Estados, señaladamente en América, con filiales entre las extremas derechas europeas, más desnortadas que nunca pese a su auge electoral.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, la cúpula del Almirantazgo británico depositario del legado imperial por su -hasta entonces- dominio de los océanos, elaboró un informe exhaustivo en el que, escarmentado el Reino Unido por los efectos del acceso al poder en Alemania de Adolf Hitler, proponía la creación de comités de expertos que, mediante pruebas psiquiátricas de cordura o de demencia, impidieran en cada país el ascenso a la alta política de personajes mentalmente desequilibrados o enfermos.
Como comprobamos hoy, tales comités o no operan en absoluto o bien, lo que sería aún peor, se han transformado para hacer justamente lo contrario: promocionar hasta la cúspide del poder mundial a los más incapacitados para regir, tan atrabiliariamente como lo hacen y resulte posible, nuestro atribulado mundo. Si esto no fuera cierto, no asistiríamos ahora, como estamos asistiendo, al encumbramiento presidencial de una recua de personajes caracterizados por convertir la insensatez delirante en norma obligada de sus erráticas e imprevisibles conductas.
Común denominador de todos ellos es la amoralidad, así como la ausencia completa de empatía social, más el narcisismo exacerbado y la búsqueda de la notoriedad al precio que sea…. la exhibición de una motosierra por parte del presidente de la República argentina, Javier Milei, es todo un símbolo del trepidante desequilibrio de un individuo que dialoga con su perro muerto, se somete al dictado político de su querida hermana medio bruja, se abraza sin recato con el genocida Benjamín Nethanyahu y se convierte al judaísmo no se sabe bien para qué…
Más hacia el Norte, ha tomado posesión de la Casa Blanca, también desgraciadamente por vía electoral, otro individuo, promotor inmobiliario, constructor de rascacielos, propietario-gerente de superhoteles y mentor de concursos de Miss Universo, aquejado de un síndrome disfórico, que alterna, sin mesura alguna, estados de máxima euforia con otros de furia incontenible, para sumirse en un irrefrenable proceso de autoexaltación donde no cabe el menor signo de sociabilidad, de otreidad, de compasión; ni siquiera, de humor, sentido del que carece…
Lo peor es que en su mano conserva el botón nuclear, el pivote desencadenante del Armagedón, el avatar que sellará inexorablemente la consunción de la Humanidad tras una escalada deto… Leer más