“Juro o prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones de funcionario público con lealtad al Rey y guardar la Constitución como norma fundamental del estado….”
Este texto es parte del juramento o promesa que hacen todos los diputados al tomar posesión de su cargo.
Parece que muchos de ellos no escudriñaron entre esas líneas las palabras que definen claramente a lo que se comprometen.
Luego, algunos convierten sus promesas en “todo por la pasta” embarrando ese juramento tan importante que les marcará un antes y un después en sus vidas.
Qué gran desconfianza y pesar sufren todos los súbditos de cualquier país dirigido por mandatarios faltos de moral y con una carencia total de empatía, que al sentirse dueños de vidas y haciendas se crecen y se sienten intocables.
Esos seres son capaces de hacer lo que sea para recibir todo el poder y lograr ese codiciado trono con la opción para algunos iluminados de poder eternizarse en él una vez investidos.
Son como sectas, que sin una oposición firme se ríen del adversario y los ponen en la palestra, mientras estos callan discretamente para no hacerse notar y solo ponen el cacito por si cae algo de agua, mientras estos viles sectarios les muestran el cántaro rebosando de agua cristalina acompañada con la sonrisa cínica del gurú, que les permite obtener alguna gota de las que se escapan del enorme cántaro.
Por eso, pasados pocos meses después de sus promesas y nombramientos, muchos ciudadanos comienzan a sentir cómo sus economías se resienten, al tener que afrontar los nuevos cambios en unas leyes que funcionaban y que estos las borran solo para demostrar su fuerza y poder, convirtiéndolas en verdaderos dislates, con el beneplácito de esos que obedecen sin hacer preguntas, aún sabiendo que son contraproducentes y desproporcionadas, pero lo hacen por fidelidad, no por su conciencia y honor, se nota que para muchos son solo palabras vacías.
Muchos ciudadanos se ven obligados a deshacerse de parte de sus bienes y otros de lo que les queda para poder afrontar los pagos, al ser cada vez más altos.
Algunos de estos “dirigentes” tratan a los ciudadanos como sus siervos y ejercen sobre ellos una presión tan grande que muchos caen en depresiones por la cantidad de normas y prohibiciones a las que se ven obligados a cumplir, creando una falta total de libertad y un sometimiento por esas multas a las que se pueden enfrentar, algo no deseado, más bien detestado por todos.
Sus acólitos lo hacen tan mal dirigidos por ellos, que lo único que logran es que la población se sienta desamparada por esa justicia tan enormemente injusta al ser manejada por la voluntad de esos depredadores que diferencian ante la ley a los suyos de los otros, demostrando a las claras que ante esas leyes no todos somos iguales.
Gobiernan como déspotas y el pueblo los detesta, pero a ellos no les importa, son capaces de desmontar un estado cambiando las leyes a su antojo para lograr su objetivo.
Con esas malas leyes, los robos se multiplican y las propiedades de muchos ciudadanos se ven vandalizadas, y ante semejante panorama que empeora día a día, es necesario hacer algo para terminar con esa deriva preocupante.
Esos falsos gestores se sienten como dioses, haciendo y deshaciendo a su antojo y ejerciendo el despotismo más canalla, que ninguno de los anteriores mandatarios nunca se habrían atrevido a poner en práctica, por lo menos tan descaradamente.
El sueño de esos falsos gestores es que los ciudadanos no puedan pasar de un mismo tope económico, “igualdad para todos”, tendrán que ser o parecer iguales con los mismos recursos, eso es lo que ansían, además del pensamiento único.
Lo intentan con las leyes, que una vez implantadas, obligarán a ser cumplidas, y no se podrá criticar ninguna acción despótica o malintencionada hacia esos “jerarcas trasnochados” que están fuera de siglo, al estar creando la vuelta al pasado, que nos empobrecerá a todos.
Qué malo es dar el ok a falsos gobernantes que serán capaces de desmontar y destrozar el estado de bienestar en beneficio propio envolviéndose en la capa de falso protector.
Hace tiempo que enterraron la clase media e instalaron dos grupos de ciudadanos, los ricos y los pobres.
En el de los ricos, se encontrarán siempre los que han tenido que ver con los malos gobiernos y que se han enriquecido desde sus puestos, con una falta total de dignidad y honradez.
Mientras que aquellos que fueron de clase media pertenecerán al grupo de los pobres, a costa de estar sometidos a los altos impuestos que les quitan hasta el aire.
Malos tiempos para mejorar vidas y para pensar en un futuro, se necesitan buenos gestores, sobre todo honrados con dignidad y orgullo del país que representan.
Si amaran de verdad a su país, nunca harían nada en contra de los ciudadanos con esas leyes incomprensibles que destrozan la convivencia de los que honradamente se someten pagando los impuestos, esperando recibir a cambio bienestar para todos, y lograr tener esa confianza tan necesaria para poder vivir en paz, algo que hoy en día cuesta demasiado a muchos de los que sufren las malas conciencias de esos mal llamados dirigentes.
Y la verdad es que los ciudadanos estamos cansados de los “juegos” inventados a los que nos están sometiendo sin ningún tipo de miramiento ni conciencia justa. Solo por probar y a lo que salga…
¡Estad atentos, esto va a peor y sin demora!