Hoy: 23 de noviembre de 2024
Pedro Sánchez, el presidente socialista gracias a los votos de los independentistas catalanes y vascos, lleva un tiempo desnortado y podría decirse que en ocasiones ‘ve cosas y hace cosas que otros no’, no sabemos si incluso en ocasiones ‘ve muertos’ como canta Melendi, pero podría decirse que en ocasiones lo que si debería ver es que va dejando pocos amigos por el camino en política internacional.
Después del sorpresivo abandono a su suerte del Polisario que nos enemistó con Argelia a cambio de palmaditas en la espalda de Marruecos por razones todavía desconocidas, el presidente español ha tenido poca diplomacia para enfrentarse con Israel por la guerra en la Franja de Gaza.
Llamadas a consultas de embajadores, cruce de comunicados y declaraciones han situado al límite de la ruptura las relaciones de España con el principal aliado de Estados Unidos.
El presidente de un país debe aprobar primero de diplomacia para saber que hay cosas que no hay que hacer, como sacarse pelotillas de mocos delante de otros, o incluso en el coche durante los semáforos en rojo, que tampoco queda bien.
Pero todavía tenía más estopa por repartir y blandiendo una espada a lo Braveheart escocés, ha llegado al Parlamento europeo y se ha puesto a insultar nada más y nada menos que al presidente del Partido Popular Europeo (PPE), Manfred Weber.
El prestigioso dirigente alemán le afeó la ley de amnistía pactada con los independentistas catalanes y el modo en el que éstos están arremetiendo contra los jueces.
Sánchez no podía permitir semejante agravio y en la Cámara de Estrasburgo le preguntó a Weber si él querría que en Berlín se bautizaran calles y plazas con nombres de los líderes del Tercer Reich, para subrayar que en realidad el verdadero adversario y la amenaza no es él, sino la ultraderecha de Vox.
Mentar al Tercer Reich, que es tanto como citar a Hitler, no es demasiado amistoso para un dirigente alemán y ha pasado lo que tenía que pasar: que se ha liado. Los líderes populares europeos están que trinan contra el presidente español, mismamente como lo del presidente israelí Benjamín Netanyahu, y eso ya sin entrar en la cortesía de no haber felicitado siquiera a Milei tras ganar las elecciones de manera democrática en su país.
Vamos, que España gracias a su presidente va haciendo amigos por donde va últimamente en el mundo y eso, claro está, nos da prestigio, apoyo y refuerza nuestras alianzas políticas y económicas, que es de lo que se trata. ¿O es lo contrario?
Podrá gustar más o menos, o nada, que el ultraconservador Milei gane las elecciones en Argentina, pero España no debería cometer la torpeza de separarse del presente y del futuro de un país como ese. Y tampoco parece prudente la confrontación abierta y con tan poco tacto con Israel, incluso teniendo razón en la desproporcionada respuesta contra la sociedad palestina por los ataques terroristas.
España es más que Sánchez y el presidente no debería olvidarlo con tanta ligereza. Y por favor, presidente, no salga más de viaje al extranjero ni juegue a la política internacional. Incluso no hable por un tiempo. Todo el mundo no está dotado para todas las cosas.
A usted se la da bien mentir antes de las elecciones, o cambiar de opinión sobre indultos, amnistías o pactos con los herederos de los terroristas etarras para entregarles la alcaldía de Pamplona, eufemismo que usa para justificarlo todo, pero la diplomacia no es lo suyo por mucho traje azul que planche y ponga muecas de sonrisa burlona.
Por ahora siga trabajando con la amnistía, el arrebato contra los jueces españoles y el próximo referéndum de independencia en Cataluña, que será previo del que llegará después en el País Vasco. Atienda su agenda y prepare su próxima cita con el prófugo Puigdemont. ¡Pero que digo, si también va a ser en el extranjero! ¡Que Dios nos asista!