Hoy: 21 de noviembre de 2024
Mediados de agosto. Los habitantes de interior pasan sus días buscando esas playas y mares que tan orgullosos hacen sentirnos a los españoles. ¿Qué sería de nuestro país sin el Mediterráneo, el Cantábrico, o el inmenso Atlántico? Hubo una época en la que nadie nos tosía en los océanos. Sobre todo, tras el descubrimiento de América; momento en el que España empezó a alzarse como una potencia marítima. Sin embargo, nuestro país siempre ha preferido darle la espalda al mar, menospreciando su valor estratégico, económico o medioambiental.
Nos queda un consuelo: cada generación de españoles ha mostrado al mundo un montón de marinos ejemplares que han sabido convertir la navegación en un arte y en una pasión. Hablamos de los lobos de mar, esos personajes de película que unas veces quisieron acompañar a Colón en sus andanzas, y otras se convirtieron en corsarios para ganarse la vida capturando barcos y tesoros.
Nuestro colaborador Pedro Jiménez Hervás se adentra en un mundo de aventuras y leyendas. De belleza y heroísmo. Los lobos de mar vuelven a navegar a toda vela.
F.I. ¿Cómo surgió la idea del libro?
P.J.H. El mar siempre me ha fascinado. Desde niño, cuando tiraba la red de pesca con mi tío Mónico por aguas de Tarragona. Después, nunca he faltado a la cita anual con el agua salada. Incluso llegué a tener un pequeño velero 470. Pero vivir en Madrid y tener un barco es caro y sacrificado. Decidí venderlo con todo el dolor de mi corazón. Aún así, con frecuencia me preguntaba entre risas: ¿seré yo un lobo de mar? Lógicamente, me contestaba que no. Desde entonces, me propuse conocer algún día a genuinos e indomables lobos de mar. Creo que lo he conseguido.
F.I: ¿Viviste alguna aventura con tu barco?
P.J.H. Pocas. Una vez, navegando con algo de marejada, tuve que tirarme al agua cuchillo en mano para bucear y romper el inmenso plástico que se había apoderado de la hélice, y que le impedía moverse. En otra ocasión, socorrí a un joven que practicaba paddle surf y la corriente le había arrastrado hasta aguas demasiado profundas en la que apenas se divisaba la costa. Aventuras de principiante en la navegación. Nada que ver con los protagonistas del libro.
F.I. ¿Qué es “Lobos de mar”
P.J.H. “Lobos de mar” es mi humilde reconocimiento a cuantos aman el océano con pasión infinita. Es un homenaje a todos esos seres humanos que optan por vivir rodeados de mar la mayor parte de sus días. Por suerte, siempre ha habido quien ha decidido convertir el agua salada en un medio para dirimir sueños, experiencias, ambiciones y disputas.
F.I. ¿Qué tipos de lobos de mar aparecen en tu libro?
P.J.H. Algunos son esos que todos hemos conocido a través de lecturas imprescindibles ambientadas en la mar. “La isla del tesoro”, de Stevenson; “El viejo y el mar”, de Ernest Hemingway; “Capitanes intrépidos”, de Kipling; “La tormenta perfecta”, de Sebastian Junger; o “Capitán de mar y guerra”, de Patrick O´Brian. Otros son marinos españoles de leyenda: los hermanos Pinzón, Juan Sebastián Elcano, Álvaro de Bazán, Pedro Menéndez de Avilés, Blas de Lezo o Antonio Barceló, el “Capitán Toni”. Pero, sobre todo, lo que destaca en el libro es un puñado de inmensos navegantes actuales: hombres y mujeres. Oficiales de la Armada, marinos mercantes, pescadores, submarinistas, campeones olímpicos de vela, grandes regatistas o marinos de rescate.
F.I. ¿Quedan todavía muchos lobos de mar navegando por esos mundos?
P.J.H. Un lobo de mar es cualquier navegante de contrastada solvencia y claro que quedan. A pesar de la tecnología, que siempre intenta hacernos las cosas más fáciles. Navegar es sortear dificultades, tempestades, olas gigantes, témpanos de hielo, sufrir percances, malas caídas, heridas de guerra, o golpes de botavara. Y navegar es también adquirir un compromiso y una responsabilidad. Embarcarse es formar parte de una aspiración colectiva. Ya lo dijo en los 60 el sociólogo norteamericano Erwing Goffman: el barco se configura como una “institución total”. Con una estructura jerárquica y un determinado período de encierro que obligan a los individuos a acoplarse en el engranaje.
F.I. ¿Con cuántos navegantes hablaste para convertir el libro en un más que atractivo retrato de ilustres marinos?
P.J.H. Fueron años de llamadas, entrevistas y seguimientos. No resultó fácil seleccionar a los protagonistas. A veces me preguntaba: ¿quién soy yo para otorgar la consideración de lobo de mar a nadie, con tantos magníficos marinos desarrollando su trabajo diario de manera anónima en cualquier buque? Unos marinos me llevaban a otros con más experiencia, más sabiduría, más aventuras… unas vidas me llevaban a otras más increíbles todavía. Tuve que viajar a Galicia varias veces, y a Asturias, y a Tarifa, y a Canarias, y a Mallorca, y a Palamós, y a Málaga, y a Denia y a Cartagena… Me he gastado un dinero investigando y conociendo personalmente a los posibles candidatos que creo que no voy a recuperar con las ventas. Ja, ja…
F.I. ¿Qué has aprendido de los lobos de mar que has conocido?
P.J.H. He aprendido que son gente que no se anda con rodeos. Son leales, valientes, aman el mar, pero también desean regresar a tierra cuanto antes para poder asistir al nacimiento de su hijo, o al entierro de sus padres. Siento admiración por todos ellos. Por Tucho, que naufragó con su barco en mitad del Atlántico; por Sinto Bestard, indomable regatista ciego que conocía su barco como la palma de su mano; por la primera submarinista de la Armada, Lola Higueras, por el magnífico pescador ya jubilado Salvador Aixarch, auténtico Hércules en su juventud, o por el almirante Santiago Bolíbar Piñeiro, comandante de la expedición conmemorativa del V Centenario del Descubrimiento.
F.I. También aparecen mujeres que son grandes navegantes…
P.J.H. Por supuesto. En realidad, siempre ha habido mujeres vinculadas a los barcos y la navegación. Ahora hay oficiales de la Armada mujeres, capitanes de la marina mercante, indiscutibles campeonas de vela olímpica, de regatas oceánicas y mujeres que siguen luchando por sus derechos en infinidad de países. Pero en otros tiempos había mujeres combatiendo en el Cuerpo de Batallones de la Marina, mujeres que dieron la vuelta al mundo en velero allá por el siglo XVIII, como la botánica Jeanne Baret, y mujeres que han aportado durante siglos su esfuerzo y talento para mejorar el mundo de la mar y los barcos.
F.I. ¿Qué te cuentan del mar los que tanto lo conocen?
P.J.H. Pues que ya son millones de toneladas de basura y desperdicios las que deambulan por los océanos sin posibilidad de reciclarse o desaparecer del planeta. El calentamiento global, las implacables actividades agrícolas y ganaderas, o el derrame de combustible están socavando el ecosistema marino y poniendo en peligro tanto su flora como su fauna. Yo creo que ya está bien. El mar no nos pertenece en absoluto.
Echo de menos los artículos de este caballero. Se ha marchado a otro diario o firma con pseudónimo? Enhorabuena por el libro.