Los colegios electorales de Pakistán han abierto sus puertas este jueves para unas elecciones generales a las que están llamados 240 millones de paquistaníes. Los comicios se producen en medio de un aumento de la violencia y acusaciones de interferencia militar en el proceso. El partido Pakistan Tehrik-e-Insaf (PTI), principal fuerza opositora, ha sido objeto de condenas y denuncias, mientras el ex primer ministro Imran Jan denuncia una persecución política destinada a allanar el retorno de Nawaz Sharif al poder.
Las últimas semanas han estado marcadas por las condenas contra Imran Jan por corrupción y filtración de documentos, así como por el regreso de Nawaz Sharif al país, tras la anulación de su inhabilitación. Estos eventos se suman a la destitución de Jan en 2022, tras acusaciones de conspiración y enfrentamientos con la oposición liderada por Sharif.
El cese de Jan, que contó con el apoyo militar en su victoria electoral, se produjo en un contexto de acusaciones de manipulación por parte de la Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz (PML-N), partido de Sharif. Este episodio se inscribe en una larga historia de inestabilidad política en Pakistán, donde los primeros ministros raramente completan sus mandatos, al señalar una influencia considerable de las Fuerzas Armadas.
Nawaz Sharif emerge como el favorito en un panorama político fragmentado, con su principal rival, Imran Jan, enfrentando condenas y acusaciones. El retorno de Sharif, tras la anulación de su condena, allana su camino hacia la candidatura, aunque enfrenta un historial de derrocamientos y tensiones con el establishment militar.
Junto a Sharif, figuran figuras como Bilawal Bhutto-Zardari, del Partido Popular de Pakistán (PPP), quien busca un papel influyente en una posible coalición. Sin embargo, el escenario político está marcado por la incertidumbre y la polarización, con consecuencias impredecibles.
Los comicios se celebran en medio de una creciente inseguridad, con ataques en la frontera con Afganistán y tensiones con grupos separatistas. Además, Pakistán enfrenta una grave crisis económica, exacerbada por la caída de la rupia y el aumento de la inflación, lo que genera preocupaciones sobre la estabilidad y el futuro del país.
Analistas como Farzana Shaij advierten que Pakistán enfrenta desafíos formidables, tanto económicos como políticos, y señalan la importancia de unos comicios creíbles para superarlos. Sin embargo, en medio de circunstancias volátiles, persisten preocupaciones sobre la posibilidad de disturbios civiles y la legitimidad del proceso electoral.