Dios le llamó Adán al primer hombre y Eva se asombró nada más verlo, antes incluso de quitarle la hoja. Poco a poco, nosotros fuimos descifrando otros nombres:
-Se llama melancolía a una tristeza suave que viene de dentro o viene de lejos.
-Se llama paraíso al jardín donde está prohibido esconderse a la sombra de algunos árboles.
-Se llama camposanto a los cementerios, aunque muchos de los que allí reposan nunca pensaran en la santidad.
-Se le llama boca a los labios, ojeras al cansancio de los ojos.
-Se llama cicatriz a la huella que deja una herida mal curada.
-Al capricho, se le llama amor con frecuencia.
-Se le llama meretriz a quien menos lo suele merecer.
-Yo quise llamarle vida a la vida y comenzaron los perros a ladrarme.
Pedrouve
Efectivamente detrás de cada palabra late un significado oculto que la transciende. Somos privilegiados al contar también este año con un Candil que nos procure algo de luz en el camino que transitamos.
La luz nos viene, amigo José Eladio, de abrir la inteligencia a los valores, amasarla con buenos propósitos y ofrecerla a aquellos que comparten las mismas claridades, como es su caso.
Que tenga buen año y Dios con nosotros.