Hoy: 22 de noviembre de 2024
¿De verdad era necesario pasar por esto? ¿No había otra opción que asistir al espectáculo de miles de sanchistas comportándose como ‘hooligan’ enloquecidos con gritos de “¡Pedro, quédate!”, “¡Pedro no te vayas”!
Dirigentes del PSOE salen a Ferraz y se unen a los manifestantes para pedir a Pedro Sánchez que no dimita https://t.co/JVGipj31rl pic.twitter.com/7mSW15zLgc
— Europa Press (@europapress) April 27, 2024
El clamor de los 12.500 fans del líder socialista español en la calle Ferraz, venidos desde todos los rincones de España en autobuses con reparto de bocadillo y manzana, lo digo así, me ha causado sonrojo y he sentido vergüenza ajena. Quizás sea cosa mía, pero toda esta movida organizada para declarar el amor incondicional al presidente Pedro Sánchez para que no abandone el cargo este lunes, me deja sensación de ridículo, de hecho insólito innecesario, de sobreactuación.
Tal vez a Sánchez la movilización organizada para alimentar su ego le haya gustado, y puede que hasta sea definitiva para que decida quedarse “para salvar la democracia” y frenar el avance de los fachas, pero me queda la duda si al ver lo ocurrido no ha sentido de verdad un pelín de bochorno.
¿De verdad que Sánchez no ha sentido un poco de rubor al comprobar cómo se desgañitaba y botaba la vicepresidenta Montero como en la barra libre de una boda?, o ¿cómo Óscar Puente lanzaba avisos del apocalipsis que estaría por venir si se va?, o ¿cómo el ministro Bolaños advertía que la democracia está en peligro?, y sobre todo ¿contemplar al presidente de su club de fans, el expresidente Zapatero, arengando a las masas hablando de “indignación” por esas hordas de jueces, periodistas y partidos de la oposición que se atreven a cuestionar el buen hacer de un presidente sin parangón en la historia de este país…?
Lo peor es que puede que no, que en el fondo se sienta feliz con esa demostración de seguidismo casi mesiánico, fanático, de socialistas que temen quedarse sin luz y guía en las tinieblas de una sociedad de malvados.
En la calle Ferraz se habló de fango y de lodo, de golpistas y de resistencia, y se corearon consignas contra los infames que se atreven a investigar a la mujer del presidente por si ha cometido irregularidades aprovechándose de su posición de privilegio. La multitud advertía que “no pasarán” y que “nadie doblegará a este gobierno”, se supone que por osar a críticar y reconocer el malestar que ha generado que se tramite una amnistía para los condenados por el ‘procés’ catalán, o que se blanquee con pactos al partido heredero del terrorismo etarra que se niega a reconocer a ETA como una banda terrorista con cientos de muertes en su currículo.
No sé qué sucederá este lunes cuando acabe la cuenta atrás que puso en marcha Pedro Sánchez para reflexionar sobre el futuro de su vida y si éste está fuera de la presidencia del Gobierno, que no de la política, porque no se trata de dejar el escenario público y volver a la ‘clandestinidad’ de la actividad privada. Pocos lo saben, pero lo cierto es que solo hay dos opciones con sus derivadas: dejar las cosas como están, pero con el ego inflado como la garganta de un pavo; o irse de la Moncloa y dejarse seducir por la alta política europea, porque él en el fondo, no lo olvidemos, se ve como un estadista de los que dejan huella.
Ya veremos qué nos depara el destino a los insensatos de este país que creemos que incluso nos podría ir mejor sin él, pero de momento ya ha conseguido que brille la indignación. No en el sentido del que habla Zapatero por los malvados de la toga y la presión mediática y política. No. Indignación porque con la movilización sanchista de las últimas horas y el coro de ministros y palmeros recalcando las ideas de Zapatero, se persigue la intimidación para separar entre buenos y malos, y ya podemos imaginar quiénes son unos y quiénes los otros desde la perspectiva sanchista, que no socialista. Una cosa y la otra son diferentes porque el PSOE y el socialismo español es mucho más que los grupos con signos patológicos en los que parece que ha anidado Maquiavelo.
Mal camino éste, amigo Sancho. Y qué pena por la imagen que estamos proyectando al mundo, por mucho que nos de su cariño el presidente brasileño.