Hoy: 25 de febrero de 2025
Demetrio Reina había conseguido en sus negocios, no se sabe cómo, un dineral de esos que no se acaban y no queda otro remedio que emparedarlo en sótanos o construyendo tabiques falsos en lugares insólitos. Aunque tenía casas en Europa, habitualmente vivía en el Caribe con su mujer, Leonarda, y sus tres hijos, beneficiarios todos de un incontable billetaje que hasta la presente nadie había podido blanquear.
Al cumplir cincuenta años, Leonarda y los vástagos propusieron a Demetrio que se hiciera un chequeo general para prevenir y alargar así el tiempo del disfrute. Demetrio, que se sentía amado y bien aconsejado realizó el examen médico y a los dos días salió del Hospital Center con un informe que señalaba su excelente estado de salud. Tres mil dólares en mano habían valido la pena.
…Suponemos que en el Center se habrían equivocado de paciente porque, a las doce horas de la satisfacción, Demetrio murió sin siquiera un parpadeo de despedida.
El cura del entierro nos dejó sorprendidos con sus sabias palabras: “A la muerte le pasa como a los mosquitos, que pican cuando más distraídos estamos”.