Más que el descuido de un micrófono abierto parece un aviso para navegantes que los Presidentes de Rusia y de China hablasen de la posibilidad de llegar hasta los 150 años. La genética podría pero el aguante de los suyos terminaría seguramente en un suicidio colectivo. El “repuestito” Presidente de Corea parece que no está muy interesado en los años que pueda vivir, sino en que ha rebajado su gordura hasta los ciento veinte kilos para que los proveedores de bronce duermen más tranquilos a la hora de irle fabricando las estatuas.
Lo que la genética no puede calcular son las circunstancias imprevisibles de un avión que se cae o un misil que se equivoca. ¡Vaya susto que hemos pasado días atrás con la avería del Falcón y el regreso, a las apuradas, de nuestro Presidente! Y eso que, disgustos aparte, está de muy buen ver y tiene maquilladores con masters en las universidades donde trabaja su señora.
Si es verdad que casi siempre se muere como se ha vivido, mientras más tiempo de vida tengan los dictadores, más triste, larga y afligida será su desembocadura… una agonía les queda a los rusos y a los chinos porque a los coreanos se les ve con lágrimas de gozo viendo cómo su Jefe asalta las pastelerías.