Las palmeras que viven enfrente de mi casa tienen esta mañana una indescifrable conversación con el viento: mueven sin cesar sus largos brazos y me da la impresión que se están quejando por algo. Igual que los corazones, cada vez que la naturaleza se agita, o danza sin motivo, es porque están desajustando la medición de sus pasos… O porque se ha muerto alguien que podría seguir viviendo.
Anuncia el Libro de la Sabiduría que la vida de los hombres está en manos de Dios. Desde luego. Pero a las manos de Dios hay que llevarles también las precauciones humanas, como una ayudita, para que no se resbale esa vida, antes de tiempo, entre sus dedos.
En la Subida del Monte Carmelo se detuvo San Juan de la Cruz con humildad y prudencia. Mucho arrojo y cuidado se precisan para subir a los ásperos montes de Cataluña.
Siento de verdad la muerte del fundador de Mango. Cualquier persona emprendedora y artífice de tantos puestos de trabajo, merece un dolor largo y una oración intensa. Arriba hay más dineros todavía que los conseguidos en la tierra y, como no hay Hacienda, las fiestas allí serán interminables.