Me contó una amiga transparente que se fijó en su primer novio “porque no se dedicaba a nada”. Y así lo hizo pensando que si alguien no hace nada está en condiciones de poder hacerlo todo. Cuando empezó a mentir, me confesó la enamorada, «lo abandoné porque fue el peor oficio al que pudo haberse dedicado».
El ejercicio de la política es, según se está viendo, el oficio más descarado para mentir sin consecuencias. Se niega hasta lo evidente intentando hacernos ver que son estrellas desprendidas de cabezas envidiosas que no alcanzaron su mayoría: el mal, en ellos, ha realizado una asombrosa metamorfosis.
Sin la intención de mentir, supongo, el Presidente de EE UU lanza un ultimátum a los terroristas sabiendo que es irrealizable su propuesta ya que la guerra entre Israel y Palestina tiene su columna vertebral en el fanatismo religioso y eso, salvo milagro, no tiene solución.
Por sus actitudes, al Dios que rezan unos y otros debe ser una efigie ajena a cualquier divinidad. Porque el Dios en quien creemos nunca mataría a nadie para imponerse.
Pedro Villarejo