En el mundo actual, donde los vínculos sentimentales comparten espacio con algoritmos, notificaciones y emojis, la frontera entre lo inofensivo y lo inapropiado se vuelve cada vez más difusa. ¿Un corazón en Instagram? ¿Un “qué guapx estás hoy” en un chat privado? Para muchas parejas, estos gestos —antes triviales— hoy representan grietas sutiles en la confianza.
Cuando el amor se conecta a WiFi, también lo hacen los conflictos. Ya no se trata solo de cenas secretas o besos furtivos. En la era digital, bastan un par de “me gusta” estratégicamente colocados o una conversación con tono coqueto para despertar sospechas. Es ahí donde nace el concepto de microcheating, o microengaño.
¿Qué es el ‘microcheating’?
La psicóloga australiana Melanie Schilling lo define como “cualquier comportamiento fuera de la relación principal que no puede compartirse abiertamente con la pareja”. No hace falta una relación física ni un romance emocional para que exista una traición: basta con actuar en secreto.
Schilling menciona que estas conductas pueden incluir interacciones discretas en redes sociales, mantener charlas personales con alguien que genera atracción, o incluso arreglarse de forma diferente para coincidir con cierta persona. Pequeños detalles que, aunque no crucen los límites evidentes, generan incomodidad o dudas.
La psicóloga Abby Medcalf, desde Berkeley, coincide: “En los últimos años, la mayoría de mis pacientes recurren al microcheating mediante mensajes de texto o en redes sociales”. Para ella, esta práctica puede convertirse en una “zona resbaladiza” donde las emociones se confunden y los límites se desdibujan.
En este nuevo escenario amoroso, el dilema no está solo en lo que se hace, sino en lo que se oculta. El microengaño se alimenta del secretismo: si no puedes contarle a tu pareja lo que hiciste, es probable que haya algo que revisar.
Este fenómeno ha ganado relevancia porque pone sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿es posible ser infiel sin tocar a otra persona? Para muchos expertos, la respuesta es sí, porque la traición emocional, aunque intangible, duele igual. De hecho, en algunos casos puede generar un impacto más duradero que una aventura física puntual.
Y en tiempos donde la validación externa está a solo un clic de distancia, construir relaciones basadas en la honestidad, los acuerdos claros y la comunicación abierta se vuelve más necesario que nunca. Porque el amor, incluso en versión digital, sigue necesitando confianza para funcionar.
Por su interés reproducimos el contenido de un artículo publicado en Diario de Cuyo.