Trasiegos de la culpa

RAFAEL FRAGUAS

El tema de la culpa sugiere que su administración puede dar muchos dividendos políticos, en términos de poder

Permítanme contar un caso que sucedió cuando este escribidor ejercía el Periodismo de sucesos. En Madrid, concretamente en una finca particular del área de Torrejón de Ardoz, años atrás cayó del espacio extra-atmosférico un meteorito de considerables dimensiones.

Inmediatamente, este periodista se desplazó al lugar del acontecimiento sobrevenido. Una vez allí, el propietario de la finca no autorizaba que el bólido caído en su predio fuera mostrado al público. Y ponía por condición que el meteorito permaneciera oculto hasta que no se reconociera la supuesta injusticia cometida contra él por un tribunal, al arrebatarle la patria potestad de un hijo suyo.

Así, el meteorito, nunca pudo ser visto. Aquel hombre culpaba de sus males a la justicia y, por extensión, a la sociedad entera, a la cual por su parte arrebataba, por una cuestión personal, la visión de un fenómeno astral que debiera ser de acceso común y libre. Ejercía su poder a su manera, merced a la culpa supuestamente ajena.

El tema de la culpa sugiere que su administración puede dar muchos dividendos políticos, en términos de poder. Que se lo digan al dictador, que pasó media vida culpando a rojos, masones y judíos de hostigar a España, cuando el único hostigador real del pueblo español era él: miseria, exilio, represión, paredón…Que se lo digan también a sus amigos, los nazis, que aventaban con jeremíadas el espantajo de onerosas compensaciones de guerra previstas en el Tratado de Versalles, compensaciones aliadas que Hitler burló todo cuanto pudo, según testimonios de diplomáticos destacados en misión en el Berlín de entonces.

Igualmente, la administración de la culpa ajena granjeó muchos dividendos a numerosos dirigentes de Israel, país hoy alumno aplicado de Primer Curso Avanzado de nazismo, que acusaron al mundo entero de los crímenes perpetrados por los nazis contra los judíos, olvidando que muchos nada tuvimos que ver con esa barbarie que ellos ahora aplican criminalmente y sin comedimiento alguno a los palestinos.

Generó muchos réditos políticos la célebre consigna “Rusia es culpable”, de Ramón Serrano Súñer, cuñadísimo de Franco, consigna proclamada por aquel desde el balcón de la sede del Movimiento Nacional de la calle de Alcalá y dirigida a la juventud entonces falangista -y hambrienta-. Con ella le invitaba a viajar, a morir, en Rusia para combatir el bolchevismo, al que Serrano culpaba de la guerra civil española.

Desenlace de aquella soflama del poderoso número 2 del régimen: 4.954 muertos; 8.700 heridos; 2.137 mutilados; 1.600 congelados; 487 prisioneros -115 de ellos muertos en cautiverio. Lo peor es que aquellos combatientes lucían obligadamente aderezos de la vestimenta de la 250º Cuerpo de Ejército de la Wehrmacht hitleriana, y que aquella guerra la perdió Hitler y con él, la España oficial del Caudillo.

En aquellas trincheras del cerco de Leningrado y durante un ataque de guerrilleros soviéticos spetnatz, contra las líneas de los combatientes españoles, fue sorprendido el poeta falangista Dionisio Ridruejo, que hubo de replegarse y dejó al aire unos poemas suyos allí escritos. Radio Moscú leyó los poemas de Ridruejo y el locutor de la emisora, republicano español, comentó que los soldados franquistas españoles en Rusia “perdieron los papeles”.

Bromas aparte, a su regreso a España, el vate falangista inició una travesía del desierto franquista que le condujo hacia planteamientos democráticos precisamente a él, que, en una ocasión en Tolosa, durante la guerra civil y ante el dictador, había proclamado a los cuatro vientos que “el único precedente de la figura de Francisco Franco en el mundo se hallaba, dos mil años atrás, en una aldea de Nazareth”.

En el periplo ideológico del soriano Dionisio Ridruejo hacia la democracia y frente al franquismo, que le acarreó exilio, multas y cárcel, la culpa, generatriz de poderes y despoderes, cambió de bando. Numerosos otros casos de atribución de culpas jalonan la vida política nacional e internacional.

Ahora, la derecha extrema viene con el cuento de que hay que combatir a dictadores vivos, y no difuntos, mientras se alinea con los dictadores emergentes allende la mar océana, que ni siquiera pasan por las urnas y se acreditan meramente por su generosa chequera para las formaciones fascistas y criptofascistas europeas.

El dueño de la chequera, ahora, culpa al Premier inglés Starmer de haber tolerado abusos contra menores cuando era Fiscal General británico. ¿Quién la da a ese pirado, que apoya a la peligrosa extrema derecha alemana, la potestad de atribuir culpas por doquier y desestabilizar Gobiernos democráticos europeos, tras hacerse con la llave de la Administración estadounidense? ¿Le ha elegido alguien? La mina de esmeraldas que papá le dejó en herencia ¿le da la facultad de poner y quitar gobernantes electos?.

Donde hay una culpa, aunque sea inventada, hay un responsable. Este axioma, bien conocido por prevaricadores made in Spain, en manos de gentes sin escrúpulos, puede hacer saltar todas las alarmas preventivas de la democracia, hoy más en peligro que nunca. La complejidad de la gestión política es tal que siempre habrá un hilo del que tirar para poner en jaque los avances colectivos en detrimento de los intereses privados de los de la chequera.