Hace unos años se sentían privilegiadas las esposas de hombres importantes cuando eran convocadas a presidir las mesas petitorias de Cruz Roja o similares, en las que se recaudaba tanto como grande era la ostentación de los que iban con billetes de cinco mil pesetas a que le pusieran en la solapa la banderita. Conocí a una señora que por error fue invitada, ya que no era de alcurnia, y tuvo que pedir prestada una pulsera gruesa de oro con alfonsinas relucientes para no ser menos que nadie. La prestataria, por si acaso, no le quitó ojo en todo el día.
Quiero creer, por tanto como se escucha a diario de miles de millones para tal o cual eventualidad, que en algún sitio tendrán los gobiernos mesas petitorias que respondan a tanta promesa desbordada. ¡Para rearmar Europa se precisan ochocientos mil millones de euros! Antes venías Trump a que le pusieran la banderita pero, como tiene gripe, ha pospuesto el viaje… En algún sitio habrá mesas petitorias o máquinas escondidas de esas que hacen dinero y parece que es de verdad. Como sugerencia, también podríamos pedir prestadas las joyas de la abuela, aunque me temo que siguen reservadas para contentar a las amigas deleitosas… En fin, esto es un sinvivir.