La manía de hablar catalán con otros españoles que no lo saben, pudiendo relacionarse en la misma lengua, es un bochorno, una lástima, una desventura y una mendicidad lingüística. Como el pobre que se instala en la puerta de una iglesia reclamando monedas.
El catalán no se habla más que en Cataluña. Y no todos lo saben. Y mucho menos aun todos lo escriben. Hay cosas valiosas en la vida que, cuando se pierden, se sufre un poquito, pero después se olvidan. Hay cosas en la vida que no merecen, para mantenerlas, un gasto desorbitado, si van a seguir siendo minúsculas e irrelevantes.
El mandamás de ugeté ha traspuesto adonde vive palaciegamente el exgobernante fugado de la justicia para convencerle de que los trabajadores españoles han de reducir sus horas laborales, en buena consonancia con lo que ha sido su vida: un espejo donde los demás puedan mirarse. A cambio, el fugitivo ha pedido que se cumpla en él la amnistía y más dinero para que su idioma llegue a ser universal y, de paso, él pueda seguir en un “exilio” de gambas y promesas.
¡Los Reyes Magos vienen de camino!
pedrouve