Era la década de los 80, y una mujer llegó a la Feria del Libro, en el antiguo Centro Municipal de Exposiciones (junto a la Facultad de Derecho de la UBA), llevando a sus dos hijas pequeñas desde la zona sur del Gran Buenos Aires en el colectivo 17. Hicieron fila y, cuando finalmente se encontraron frente a Quino, la mujer no pidió un autógrafo, sino que lanzó una pregunta: “¿Cuándo va a volver Mafalda?”.
Para entonces, hacía más de una década que las tiras protagonizadas por la niña porteña más famosa del mundo y su grupo de amigos habían dejado de publicarse. Mafalda había surgido casi como un “chivo”, una publicidad sutil de una marca de electrodomésticos llamada Mansfield, creada por el gigante de los años 60, Siam Di Tella.
La agencia publicitaria Agens tenía como objetivo vender esa marca y pensó que una buena estrategia sería crear una historieta con personajes cuyos nombres comenzaran con la letra M, además de mostrar algunos de los electrodomésticos que ofrecía Mansfield.
Quino se puso a trabajar en esa idea y creó una familia de clase media con los (numerosos) problemas típicos de la vida en Argentina. En esos primeros bocetos ya aparecen Raquel y su marido, los padres de Mafalda, junto a la niña, que es un anticipo de lo que luego se convertiría en el fenómeno que todos conocemos. Sin embargo, la publicidad encubierta resultó ser un fracaso: cuando la agencia Agens presentó la historieta a Clarín, la trampa quedó al descubierto y el proyecto fue archivado, aunque no así en la mente de Quino.
Tres de las secuencias aparecieron en el suplemento humorístico “Gregorio” de la revista Leoplán. En 1964, la revista Primera Plana abrió sus puertas a Mafalda y su universo. Al año siguiente, Quino se unió al diario El Mundo, uno de los periódicos de mayor circulación en Argentina en ese momento. En 1966, comenzaron a publicarse en pequeños libros que se vendían en kioscos, y la primera tirada se agotó en solo dos días.
Para 1968, Mafalda aparece en el semanario Siete Días Ilustrados y comienza a ser traducida a otros idiomas, llegando a otros países. En 1969, se publica en Italia el primer álbum extranjero titulado Mafalda la contestataria, editado por Umberto Eco. Finalmente, el 25 de junio de 1973, la tira concluye por decisión del propio Quino, aunque se permite algunos regresos ocasionales en apoyo de la educación y la democracia, como una campaña para Unicef en 1976, otra para la Liga Argentina para la Salud Bucal en 1984, y colaboraciones con el Ministerio de Educación y Ciencia de España y la Cruz Roja Española.
Aunque la tira comenzó con una familia de tres, rápidamente ese núcleo se fue expandiendo. Aquí te contamos quién es quién en el mundo de Mafalda.
Mafalda es una niña de 4 años que vive con sus padres en un departamento en San Telmo. Aunque la dirección no aparece en las ilustraciones de Quino, el edificio se inspira en uno que aún se encuentra en el número 371 de la calle Chile, cerca del hogar del creador. A medida que avanza la tira, Mafalda comienza el jardín de infantes y luego pasa a la escuela primaria, donde asiste con sus amigos. Ella va a una escuela pública. Entre sus gustos se encuentran Los Beatles y el Pájaro Loco. Disfruta jugar en la plaza, escuchar las noticias en la radio y reflexionar sobre el destino del mundo. Sin embargo, odia la sopa que su madre insiste en prepararle.
La pareja de padres de Mafalda representa la esencia de la clase media argentina de los años 60. Raquel es una ama de casa dedicada a la organización del hogar; probablemente tuvo algún proyecto profesional en su juventud, pero lo dejó de lado para dedicarse a su familia, como era común en esa época. Su día a día consiste en hacer las compras (regresando indignada por la inflación), lavar y planchar la ropa, limpiar el departamento y, ocasionalmente, atender su cabello y maquillaje.
El padre, que no tiene nombre en la tira, es un empleado administrativo que se aburre en su trabajo en una empresa de seguros. En su tiempo libre, cuida de sus plantas y responde las inquietantes preguntas de su hija. En algún momento de bonanza (que no son frecuentes, ya que generalmente se preocupa por las finanzas familiares), logra comprar un auto: un Citroën 2CV.
Casi cuatro meses después de que la tira comenzara a publicarse en Primera Plana, Quino presenta a Mafalda su primer amigo: Felipe. Este niño inseguro y soñador, un año mayor que Mafalda, enfrenta con desánimo la escuela, los deberes y las obligaciones. Enamoradizo y algo vagoneta, es fan de Los Beatles y del Llanero Solitario. Una de sus características más distintivas es su prominente incisivo superior. Quino, en alguna ocasión, reveló que su amigo Jorge Timossi sirvió de inspiración para este personaje debido a sus “dos graciosos dientes de conejito”.
El segundo amigo de Mafalda hace su aparición en El Mundo el 29 de marzo de 1965 y representa un estereotipo común de la época: el inmigrante español torpe e iletrado. Manuel “Manolito” Goreiro trabaja en el almacén de su familia, ubicado en la calle Defensa 772, un negocio real que inspiró a Quino. Aunque tiene dificultades con el conocimiento teórico, es muy hábil en cuestiones comerciales. Manolito se destaca como el personaje más capitalista de la tira: ambicioso y materialista, busca maximizar las ventas del almacén de su padre, incluso si debe falsear alguna fecha de vencimiento.
A diferencia de Felipe, Manolito no es fan de Los Beatles; sus ídolos son de otro ámbito, como el magnate Rockefeller. Al igual que Felipe, Manolito tiene una base real: Anastasio Delgado, un inmigrante español dueño de una panadería y padre de Julián Delgado, un amigo de Quino.
Con la llegada de Susanita el 6 de junio de 1965, Mafalda gana su primera amiga y las mujeres del mundo comienzan a enfrentar lo que hoy se conoce como la naturalización del patriarcado. Rubia, bien cuidada, envidiosa y competitiva, Susanita será la única compañera de Mafalda durante cinco años, hasta la llegada de Libertad.
Susanita representa una forma de ser mujer muy característica de su época: la construcción de un proyecto de vida centrado en el matrimonio y la maternidad, así como la idealización del amor romántico como eje central de la existencia.
La mujer que esta niña sueña con ser alimenta las relaciones comunitarias a través de la narrativa cruzada (es decir, es una chismosa), coquetea con la fantasía de que sus amigos se enamoren de ella y está atenta a las otras chicas que la rodean. Aunque es consciente de que Mafalda no comparte sus perspectivas sobre el futuro, sabe ser amiga, ofrecer apoyo cuando es necesario y también competir y pelear cuando la situación lo exige.
Desde mediados de los años 60, el personaje de Susanita (su nombre completo es Susana Clotilde Chirusi, un detalle que se revela cuando la niña se imagina en el altar, a punto de casarse) se convierte en un símbolo de una forma de ser mujer. Ser una Susanita implica, incluso hoy, adherirse a los mandatos más tradicionales que sitúan lo femenino en el hogar, vinculado estrechamente a las tareas de cuidado y la crianza de los hijos. En contraposición, el modelo antagónico sería el de las Mafalda, mujeres que buscan una carrera profesional y desafían esos mandatos en sus proyectos de vida.
Cuando Susanita se entera de que Mafalda tendrá un hermanito, les grita a sus padres que se han dejado ganar en una competencia que solo existe en su espíritu competitivo. En efecto, Raquel descubre que está embarazada en agosto de 1967, y en marzo de 1968 nace Guille. Un dato curioso es que su llegada al mundo ocurre mientras la tira no se está publicando. El bebé hará su debut público tres meses después, cuando Mafalda comience a aparecer en el semanario Siete Días Ilustrados.
Sin embargo, antes de eso, será el turno de Miguel “Miguelito” Pitti. Así como Felipe es un año mayor que Mafalda, Miguelito es un año menor y tiene una personalidad casi existencialista. Su mirada compleja y desestabilizante sobre el mundo y sus lógicas suele dejar perplejos a sus amigos. Miguelito encarna a la perfección la crueldad inocente de los niños (y de no pocos adultos) y su búsqueda por entender lo incomprensible del mundo.
Ese registro es compartido por Guille, quien actúa como la horma del zapato de Mafalda. Primero como bebé y luego como niño, el hermano de Mafalda llega para desestabilizar los acuerdos establecidos por ella y su público. Se duerme escuchando música de Los Beatles, es fan de Brigitte Bardot, disfruta de la sopa y no respeta las normas del hogar: pinta las paredes, arruina la espontaneidad de una foto, siente celos de su madre y se refiere a Mafalda como “vieja”. Quino se inspiró en su sobrino Guillermo Lavado para crear este personaje.
“Lo mío es soltura, no desfachatez”, le aclara la pequeña Libertad a Raquel el primer día que se cuela en su casa sin siquiera saludarla, considerando una pérdida de tiempo respetar ese tipo de convenciones sociales con la madre de su amiga.
Libertad se escribe en minúscula porque, en 1970, cuando aparece en la tira, las dictaduras en Argentina llevaban más de medio siglo sucediéndose. La conexión política entre su nombre y la historia nacional molesta a la niña, quien además posee una personalidad revolucionaria. Libertad anhela el alzamiento de la clase trabajadora y muestra un pensamiento de izquierdas y antisistema, probablemente influenciado por una familia más intelectual que la de Mafalda: su madre es traductora de francés y su padre es socialista.
“Mafalda no va a volver. Ya dijo lo que tenía que decir”, respondió tímidamente Quino a la mujer que, en los años 80, llegó a la Feria del Libro en el antiguo Centro Municipal de Exposiciones. Tenía razón: Mafalda nunca se fue, porque siempre ha estado presente. Y seguirá estando.