Sus ojos se iluminan cada vez que aborda la poesía desde cualquier perspectiva
Recorrer Madrid, y no aprovechar una conversación con el poeta Luis García Montero es dejar que pasen las palabras cerca y no atrapar las que te llevan a la esencia de la poesía de los tiempos. De esa poesía urbana, actual, que está más viva que nunca en el camino que recorremos a diario, de norte a sur, desde el alba hasta el anochecer.
García Montero, estuvo en menos de un mes, en París recordando a Margaret, en La Habana, en Guadalajara y en su tierra natal Granada donde homenajeó a uno de sus hermanos mayores Rafael Alberti.
En los primeros destinos lo hizo como director del Instituto Cervantes. García Montero se erigió como faro de nuestra lengua, y representa desde la “otra sentimentalidad” una manera única de ver y comprender el mundo que nos envuelve sin descanso, y no pocas veces, en forma hostil, en forma violenta, con el capitalismo digital como arma básica del rigor.
Con la editora de Corprens, Clara Gagliano, quien captó algunas palabras para las redes sociales, lo escuchamos al poeta sentado en una terraza madrileña de piso dorado de hojas que no cesan de caer de árboles que resisten el cemento y las construcciones. Es un mediodía de otoño.
“Mi vocación es la poesía. Desde que era joven me vi rodeado por la poesía, ya que nací en Granada, la tierra de Federico García Lorca, y con Lorca aprendí a preguntarme: ¿qué cabe en las palabras? ¿qué cabe en la vida? ¿qué hay debajo de todo lo que vivimos?”
Aunque parezca superficial, nuestra historia también tiene algo más profundo”; señala García Montero con voz melancólica.
Sus ojos se iluminan cada vez que aborda la poesía desde cualquier perspectiva. Pareciera que él mismo fuera poesía.
“Nuestra memoria utilizó la poesía para que yo pudiera mirarme a los ojos y preguntarme, ¿qué digo, cuando digo, soy yo? ¿Qué digo, cuando digo, te quiero?”, explica el poeta.
La conversación, y sobre todo, el ambiente que genera las reflexiones de García Montero, nos induce a elevarnos de la mesa del bar “La Revoltosa”.
“La poesía nos permite comprender que, más allá de lo local, lo territorial, de Granada, de España, de Argentina, del mundo, lo esencial es la condición humana. La poesía me ha enseñado que cuando hablo de mi amor estoy hablando de la condición humana, cuando hablo de la muerte, estoy hablando de la condición humana. Lo que importa es poder entender lo que somos los seres humanos”.
Y concluye: “Con la poesía encendemos la luz, nos miramos al espejo, nos conocemos y reconocemos”.
Solo quise agradecerle, pero no hay despedida sin un brindis, las copas de vino tinto Rivera sonaron como campanadas de alguna fiesta pagana e imprevista, en el Madrid de los sueños.