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Lotería de Navidad

La fila del despacho de loterías “Doña Manolita” puede llegar a las tres horas. | EP

En el mes de diciembre la espera en la fila del despacho de loterías ‘Doña Manolita’ puede llegar a las tres horas

El tiempo es un valor escaso que importa. No siempre uno está dispuesto a perderlo. Esperar no aporta ninguna ventaja. La fila de dolientes esperanzados son interminables como si el tedio de la puesta en escena nos aproximara a la diosa de la fortuna. Clandestinamente, camuflado con el paisanaje, nos acercamos precavidos para adquirir un boleto para el sorteo de navidad que en estas fechas se nos hace más deseado que el mejor de los regalos.

El resto de asuntos, frente a esto, por muy urgentes que sean, pueden esperar y esperan. Se acude a este lugar de larga tradición porque al parecer solo allí habitan los duendecillos encargados del reparto de la suerte. Para no agotar los tiempos en inútiles esperas, debemos encontrar a las reinas del estraperlo que merodean por las esquinas. Hombres uniformados, rigurosos, siguiendo órdenes absurdas, tratan de obstaculizar el intercambio necesario, que no lo evitan. Es más fácil adquirir sustancias prohibidas que un billete de esta clase.

Llegados al punto concreto, un cruce de fugaces miradas y sin mediar palabra, nos dirige al lugar de encuentro en un lugar discreto, con la máxima precaución de que el acto de entrega del billete afortunado, y su contraprestación monetaria, no sea sorprendida por la fuerza policial expectante. Furtivamente durante la transacción miramos sin disimulo cuanto acontece a nuestro alrededor.

Verificado el cambio, y de forma súbita, escondemos el objeto recién adquirido y raudos caminamos en direcciones contrarias mimetizándonos con el entorno. Las vendedoras de riguroso luto son de lo más entrañable y simpáticas. Antes de marchar, y con el fin de aprender de las que saben, les pido que me ofrezcan un rito que invoque a la esquiva fortuna.

Después de mucho insistir me habla de los duendes de la abundancia, que acompañan a la Diosa. Estos sin son correctamente llamados acuden a los hogares en 1 de diciembre y permanecen hasta el día de Navidad. Deben ser agasajados con algo valioso y colocados de tal forma que siempre miren hacía la puerta. Colocar a su lado un ramillete de romero, siempre ayuda. Esbozando sonrisas pienso que toda la suerte ha abandonado el despacho de lotería y permanece agazapada con estas ilustres vendedoras.

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