Pienso yo, acertadamente supongo, que tanto las alabanzas como los vituperios han de estar sostenidos por una argumentación sólida de buenos o malos frutos , por los que somos conocidos en el obrar los humanos.
El examen de conciencia, que ya no está de moda, inclinaba el pensar a una determinada asepsia, es decir, a una objetividad razonable que ponía las cosas en su sitio, sin menoscabo de que apareciese alguna predilección por afectos o coincidencias. Pero hoy, echando una ojeada a las circunstancias, se defiende lo indefendible y se cargan tintas despreciables sobre personas que, en cualquier caso, sólo fueron juzgadas por sus enfoques diferentes de apreciación.
Estas actitudes terminan confundiendo a la juventud, que desorganiza la verdad según la cercanía que tenga con el que la propone y no por ser en sí misma una demostración inalterable de bienes comunitarios.
Preocupante ha de ser una generación sin otro discernimiento que el inducido por personas manipuladoras, ajenas a la cordura que nace de la propia decisión en libertad. Procuremos que no nos pase como a Don Quijote, que vivió loco y murió cuerdo.
Pedro Villarejo