Hoy: 27 de noviembre de 2024
El enganche a las pantallas, en especial por el uso precoz y excesivo de los teléfonos móviles en edades tempranas, provoca una situación de “emergencia social”, aunque los expertos han pedido “no demonizar” el problema y han admitido que se trata de un “fenómeno imparable” en el que “nadie tiene excesivo interés en pararlo porque es el futuro”.
Así lo han puesto de manifiesto el catedrático de Psicología Social, José Miguel Fernández Dols, junto a la pediatra y presidenta de la Asociación Libres de Móviles, Úrsula Maraguat, y la doctora en Psicología y directora de la Fundación ATYME, Trinidad Bernal, en la segunda sesión del Ciclo Adicciones de las Cátedras Fisabio-UV y QUAES-UPV, celebrada este viernes en València, que ha estado centrada en el fenómeno del ‘enganche’ a las pantallas.
Fernández Dols ha expuesto los “efectos profundos” que las nuevas tecnologías están provocando en la forma de interactuar y el comportamiento de las personas a día de hoy. “Nos enfrentamos no a un gran peligro, pero sí a una gran incógnita que no sabemos a largo plazo cómo va a alterar de forma más o menos profunda a los usuarios”, ha avisado el catedrático.
En este punto, ha distinguido entre los conceptos adicción y uso problemático. El primero de ellos, ha subrayado, implica a objetos y sustancias, produce vulnerabilidad y afecta de manera “muy grave” al bienestar de la persona que la padece. En cuanto al uso problemático, ha apuntado que se refiere al grado en que las personas pueden desarrollar, por ejemplo, necesitar un teléfono móvil como “elemento de regulación emocional”.
De hecho, ha mencionado investigaciones que señalan que existen matrimonios que “prefieren comunicarse por WhatsApp”, un hecho que ha atribuido a las “ventajas prácticas” que ofrece esta aplicación: “Es más gracioso, te da más tiempo para pensar una respuesta y te ayuda a regular las emociones”. Todo ello, ha indicado, se traduce en un “nuevo idioma” que “no respeta las normas gramaticales”, que “se parece más a lo hablado” que a lo escrito, que “no es viable sin emojis” y que se ha convertido en “la tercera forma de comunicar”.
Sin embargo, ha sostenido que este lenguaje también tiene sus consecuencias, algunas de ellas incluso “patológicas”, al haberse convertido en una “nueva forma de interacción”. De hecho, ha apuntado a trastornos emocionales vinculados al uso de redes sociales que sufren personas “muy vulnerables” a las críticas, aunque ha afirmado que “no está claro hasta qué punto” afectan a personas que “ya tienen problemas y, una vez expuestos, se agravan”.
En el lado opuesto, ha asegurado que el uso de redes sociales también tiene “muchos” efectos positivos, entre ellos que contribuye al desarrollo y fortalecimiento de relaciones, que aporta autonomía y sentimientos y “efectos secundarios” como el “desarrollo estético”. De cualquier modo, ha insistido en que en este momento “todavía queda mucho por definir” en este campo.
Fernández ha considerado “mucho más interesante” hablar de la calidad de “cómo se utiliza” un teléfono móvil, frente a la “cantidad que una persona pasa delante” del dispositivo, de forma que se analice si las redes sociales, por ejemplo, se utilizan de manera activa o pasiva por parte del usuario. “Podemos estar simultáneamente en muchos sitios, relacionándonos íntimamente con personas que no conocemos”, ha detallado el catedrático, que ha reconocido que se trata de un ámbito en el que existen “enormes incógnitas”.
Frente a todo este escenario, ha planteado una serie de “soluciones o propuestas”, pero, en cualquier caso, ha pedido “no demonizar” esta situación. Con respecto a los menores de edad, ha apuntado a la responsabilidad de los padres, aunque ha admitido que la sociedad se enfrenta a un “fenómeno imparable” para el que “nadie tiene excesivo interés en parar” porque “es el futuro”.
También ha apostado por que los padres se conviertan en “micromediadores” para que puedan “comprender las necesidades” de sus hijos, así como establecer “criterios de negociación” para que ambas partes estén “satisfechas”. “Tienen que enfrentarse al laberinto que supone el hecho de regular el uso de los teléfonos”, ha indicado Fernández, que ha abogado asimismo por dar “autoempujoncitos” para “autocontrolar” este uso.
Por su parte, la pediatra y presidenta de la Asociación Libres de Móviles, Úrsula Maraguat, ha asegurado que desde 2012 se ha producido un “cambio” en las patologías de los niños, en especial en los que cuentan con menos recursos, que son “los más adictógenos”, con un aumento “exponencial” en casos psiquiátricos. “No hay niño que quiera volver a jugar al parchís a los dos meses de tener una videoconsola. Cuando una pantalla se enciende, un niño se apaga“, ha sostenido.
Maraguat ha advertido de que la sociedad se enfrenta a una “nueva pandemia” para la que “no hay vacunas” y ha avisado de que las nuevas generaciones son “preocupantes” por los datos de fracaso escolar, depresión o falta de sueño. “Es una emergencia social, tenemos que retroceder un poco para avanzar y no ir tan rápido”. “No podemos cerrar los ojos y seguir anestesiados”, ha recalcado. Frente a ello, la pediatra ha pedido: “Nunca pantallas antes de los 6 años; cuanto más tarde, mejor; mayor control parental y todos los problemas no se deben a las redes sociales”.
De su lado, la doctora en Psicología y directora de la Fundación ATYME, Trinidad Bernal, ha advertido del “poco control” por parte de los padres del uso “precoz” y excesivo de los teléfonos móviles, aunque ha asegurado que los propios jóvenes “perciben que no tienen dependencia” y creen que lo utilizan “lo normal”, lo que abre un panorama “pintoresco”. Y ha avisado de las consecuencias que todo ello provoca: “una empatía bajísima, menor relación social, poco rendimiento escolar, más conductas agresivas, acoso y ciberacoso”