Mucho tiempo hace que sigue en mi cuestionario esta interrogación: ¿Por qué se subvencionan la mayoría de las películas y nunca los libros, la pintura o la música?, si acaso una “limosna” preconcebida para tenerlos callados. Los libros no, y menos de poesía, que han de acudir a premios secundarios para llevarse alguna recompensa.
El cine, sin embargo, está muy bien visto y mejor socorrido. De ahí que salgan desencajados los hombres y mujeres de la Ceja, abanderando un Gobierno en el que no creen pero del que viven… y ¡cómo!
Desde aquellas maravillas que nos regaló Antonio Gala, como “Paisajes con figuras”, “Si las piedras hablaran” y otras intelectualidades verdaderas como la que protagonizó Concha Velasco en Santa Teresa de Jesús, no he visto cine español hasta el otro día que quise asistir a El Cautivo para comprender el desahogo de Amenábar con Cervantes. Tampoco soy un cinéfilo que pueda calificar debidamente la película, aunque creo que se trata de una artesanía, más que obra de arte. De todas maneras es la única que se ha pagado los gastos; las demás, a cambio de adulaciones oportunas, no cesan de pedir dinero, más dinero.