Hoy: 22 de febrero de 2025
Nadie sabe dónde viven los vientos, dónde descansan después de su jadeo. Yo conozco a personas que han merodeado por cuevas y montañas temiendo que en ellas se escondieran y los pájaros tuviesen que emigrar por el ruido o por el frío que los vientos llevan en sus alas.
Alguna vez me dijeron que los vientos se recuestan en las copas de los árboles para achicar su furia en el último verde de las hojas. Yo creo, sin embargo, que los vientos viven en ínsulas extrañas, a la intemperie, como el sol, como la vida, y allí esperan el canto de fray Juan: Ven austro, que recuerdas los amores y aspira por mi huerto y corran tus olores…
El otro viento, el cierzo, llena de ira los corazones y las tardes y vive en la fatiga de su desacierto procurando la ruina de los inocentes. ¡Dios nos libre de ellos!
El otro viento, el cierzo, ocupa las cabezas vacías de los muchos que gobiernan y llevan de acá para allá a los pueblos sin saber dónde terminaremos nuestros días, en qué océano diremos adiós a la vida.
Si Rusia, China y Norteamérica se ponen de acuerdo, volverá Azahara a su Medina.