¡Llena de gracia, el Señor es contigo!

11 de diciembre de 2024
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La Inmaculada Concepción de Bartolomé Román. / Fuente: EP

“Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo”, fueron las palabras del arcángel Gabriel a María de Nazaret, cuando le anunció que sería la madre del mesías esperado; ahí fue la encarnación del Verbo, por eso es que María es la mujer del Adviento. Y se aparece en este tiempo de varias formas, o como les decimos a los niños en el catecismo, María toma diferentes vestidos para manifestar su amor y agrega otro nombre para identificarse más con nosotros. Además, los católicos celebramos con gran solemnidad los misterios de fe referidos a María: su virginidad perpetua, su inmaculada concepción, su maternidad divina y su asunción gloriosa a los cielos.

Inmaculada Concepción

En esta segunda semana de Adviento, María es presente de una manera sumamente especial con la solemnidad de la Inmaculada Concepción que se celebra cada 8 de diciembre.

Nueve meses antes de la fiesta de la Natividad de María (8 de septiembre), la Iglesia celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Esta fiesta fue establecida en 1476 por el Papa Sixto IV; Clemente XI la hizo universal en 1708.

Recogiendo la doctrina expresada a lo largo de los siglos por los padres y los doctores de la Iglesia, por los concilios y los Papas que lo precedieron, el Papa Pío IX proclamó solemnemente en 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción de María: “declaramos, afirmamos y definimos verdad revelada por Dios la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada, por especial gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo salvador del género humano, inmune de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción”. (Bula Ineffabilis Deus, 1854).

Nuestra Señora de Loreto

Esta advocación mariana tiene especial relevancia, pues está vinculada al traslado milagroso de Nazaret hasta Croacia de la casa donde nació la Virgen María, donde tuvo lugar la anunciación, y donde vivió con San José y Jesús. Una casa formada por una habitación con tres paredes de piedra en una gruta excavada en la roca. Según la tradición cristiana, desde el año 1191 los cruzados, que habían conquistado la ciudad de Acre y que gobernaban Palestina, protegían la casa donde vivía la sagrada familia. Ante la invasión de Palestina por parte de los mamelucos, obligaron a los cristianos a trasladar la casa al completo en 1291. Cuenta la leyenda que fueron los ángeles quienes llevaron la casa volando cruzando el Mar Mediterráneo y el Mar Adriático y la depositaron en Dalmacia (Croacia).

Los pobladores al verla tardaron en entender cómo había llegado allí, pero supieron que era la santa casa cuando la Virgen apareció a un sacerdote que estaba muy enfermo y le contó el milagro. El hombre sanó inmediatamente y extendió la historia a todo el pueblo.

No en vano, tres años más tarde, en la noche del 10 de diciembre de 1294, la santa casa fue nuevamente trasladada por los ángeles a la ribera opuesta al Adriático, a Italia, entre un bosque de Laureles. De ahí el nombre de Loreto (lugar poblado de laureles en latín). Pero tampoco fue su ubicación definitiva y los ángeles la desplazaron a otro lugar, al municipio llamado Loreto en la actualidad, en la provincia de Ancona, en la costa este de Italia.

En Hispanoamérica los jesuitas extendieron la advocación de Loreto por todos los confines del recién descubierto mundo. En la Baja California (México) la misión de Loreto era la cabeza de todas las misiones; de hecho, el actual pueblo de Loreto ha sido declarado por los gobiernos de México y Estados Unidos como la capital histórica de las Californias, y posee una preciosa iglesia dedicada a Loreto de estilo colonial.

Nuestra Señora de Guadalupe

En 1531 nuestra señora apareció a Juan Diego, un indígena convertido al cristianismo. En aquel periodo México estaba envuelto por violencias y, sobre todo, por continuas violaciones de la dignidad humana. Quienes sufrían graves discriminaciones eran, en particular, las poblaciones indígenas.

Las apariciones marianas sellan el encuentro entre los nativos y Cristo. María estuvo como la “Madre del verdadero Dios”. La bienaventurada Virgen elige a Juan Diego como su mensajero. El hombre refiere que la Señora le ha dicho de construir, en aquel lugar, un santuario. El obispo no cree en sus palabras. El 12 de diciembre de 1531 la Señora deja crecer sobre el terreno, en pleno inverno, perfumadas rosas. Juan Diego las recoge en su tilma y cuando lo abre ante el obispo para mostrar las flores, sobre el tejido aparece la imagen de María.

La tilma es un tejido de fibras de agave, usado por los indígenas para realizar vestidos. La Virgen, de piel oscura, viste una túnica roja, está rodeada por rayos de sol y bajo la luna, a sus pies, aparece un ángel.

En la imagen impresa sobre el manto, los ojos de María presentan ramificaciones venosas del ojo humano. En los párpados aparecen particulares de extraordinaria precisión. Son imágenes tan pequeñas que solo con las técnicas de agrandamiento, hasta dos mil veces, ha sido posible localizar. En el ojo derecho aparece un grupo familiar indígena. Son una mujer con un niño en su espalda y un hombre con algo similar a un sombrero que la mira. En el ojo izquierdo aparece un hombre anciano con barba, identificado como el obispo. Esta última es la escena de cuando Juan Diego abre su manto delante del obispo y, por primera vez, es desvelada la imagen mariana.

La mirada de María hacia los oprimidos y los sufrientes, sigue diciendo: “Sabe y ten entendido, tú, el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del creador de las personas; Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre; a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen; oír allí sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores”.

Por su interés, reproducimos este artículo publicado en Diario de Chihuahua.

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