Hoy: 29 de diciembre de 2024
Estamos a pocas horas de que acabe 2024, el final de un año que nos deja devastación en la crueldad de guerras que siguen abiertas en Ucrania y Gaza y en otros conflictos menos mediáticos; la rabia por las decenas de víctimas que se llevó el agua torrencial que anegó poblaciones enteras en Valencia; la llegada de miles de migrantes que buscan la dignidad, pero cientos de ellos perecen en las bravas aguas frías del Atlántico; el reguero de muertes a manos del machismo; el terrorismo fanático que sigue atacando en nombre de la religión, el acoso y violencia en escuelas o en las calles de países como México… y así un largo historial de acontecimientos que arrancan lágrimas y dolor en rincones del mundo que ya no nos quedan tan lejos.
A pocas horas de que acabe un año y empiece otro que hereda el sufrimiento de la injusticia, la presencia de la soledad y el silencio cómplice de los que callan o no actúan para que las familias disfruten de derechos tan básicos como una vivienda o un puesto de trabajo, y un año que nos llega con la incertidumbre geopolítica por la crisis en Francia, las próximas elecciones en Alemania o el relevo en la Casa Blanca, con la llegada de un sujeto tan imprevisible como Donald Trump al que le gustan las malas compañías, como el tal Putin. ¡A saber por dónde saldrá este individuo de pelo panocha en un escenario mundial de tensiones históricas en el que crecen los populismos más insolidarios y racistas y algún que otro loco y excéntrico sigue en el poder!
Queda la recta final de un año en el que el diccionario ha incorporado palabras nuevas como barista, frapé, infusionar, tabulé, umami, varietal y wasabi, pero en el que han tenido un protagonismo especial dos de ellas: polarización y dana, que forman parte ya de los más de los 93.000 términos y 19.000 americanismos que actualmente se usan por la sociedad hispanohablante.
Por aquí, por casa, en los telediarios y en los periódicos seguirán de actualidad nombres como Koldo, Ábalos, Begoña, Álvaro Díaz Ortiz, Bárbara Rey, Pantoja, Broncano, Motos o el emérito Juan Carlos y, claro, los de siempre: Pedro Sánchez, Feijóo, Abascal o Puigdemont, que continuarán enfrascados en la discordia y la guerrilla para que don Felipe pierda los nervios, aunque esperemos que no la esperanza. Todo seguirá igual que dejamos el 24 para que el espectáculo nunca se pare, aunque este nuevo año 2025 tiene la particularidad de la dichosa rima que suena amenazante, como una advertencia de lo que nos puede venir sin quererlo ni esperarlo. Por si acaso habrá que estar atentos y al quite con la vaselina preparada, que hay gente muy peligrosa, cabezona y molesta, y no siempre son políticos, dispuesta a dar, aunque haya cosas que no pidamos. Avisados quedan.
Los mayores dirán que el año se ha ido en un suspiro, como se van todos desde que la edad empezó a no perdonar. Ya se sabe que con le edad el tiempo vuela y antes de que nos demos cuenta estaremos de Semana Santa y apenas un ‘rato’ después en el sol playero comiendo espetos, y así la noria vital en la que vamos dejando las huellas de nuestro rastro de vida, pero antes nos queda asomarnos a la Nochevieja y el comienzo de 2025 para el que pediremos deseos en forma de uvas o velas por la salud y la tranquilidad de los hijos, para que no falte el curro y sobre las sonrisas…
Y haremos firmes compromisos, como todos los años, para dejar de fumar, cuidarnos, perder peso o cumplir el sueño que como tal no acaba de llegar por ese viaje que nunca hicimos o ese capricho que nunca nos dimos. Después, a los pocos días, volveremos al tabaco y a los restos de los dulces navideños con los que es imposible dejar las lorzas que nos cuelgan por la cintura y las caderas. Es decir, volveremos a caer en las tentaciones y en los vicios, y en las costumbres y los placeres del azúcar y el alcohol, para que todo siga igual, hasta que, antes de que nos demos cuenta, volvamos al punto de partida, o de llegada, según se mire, con otro año y de nuevo los compromisos que jamás cumpliremos. Y es que la mente, como la carne, es débil.
Pensamos que J.J. no describe solamente este año que finaliza en su calendario, sino que además refiere sucesos que nos acompañarán también el próximo, como huéspedes que se resisten a abandonarnos. Nos tememos, que a pesar de las uvas, el que viene será un poco más de lo mismo, y que conscientes de ello deberíamos no postergar proyectos ni esperar que nos ofrezca nada que nosotros no nos procuremos.