A estas alturas ya sabe todo el mundo que el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero se ha reunido en ‘secreto’ con el prófugo y ‘presidente en la sombra’ de España Carlos Puigdemont. Lo que no sabemos todavía es de qué han hablado de verdad y qué ‘regalos’ y presentes se han intercambiado.
En los círculos del Gobierno socialista se afirma que el encuentro trata de lograr el apoyo de los independentistas catalanes para aprobar los Presupuestos Generales en un momento de tensiones entre dos amigos entrañables y ‘leales’ como Pedro Sánchez y Puigdemont. Los de Junts están quejosos porque algunos compromisos se retrasan por culpa de jueces o partidos empeñados en fastidiar los tiempos y las intenciones.
Seguro que sí, que han hablado de eso y sobre todo Puigdemont habrá preguntado al ‘mamporrero’ de Pedro Sánchez “y yo qué gano con eso”. Es decir, los siete votos de Junts valen una pasta y hay que pagar en efectivo o en prendas, algo así como ‘susto o trato’. Costear los gustos de los secenionistas no es nada barato, ni para los bolsillos ni para la dignidad de los españoles.
Yo cuando oigo que alguien del Gobierno viaja a Suiza o a Bélgica, o a dónde sea, para entrevistarse con el prófugo Puigdemont me echo la mano a la cartera y doy por hecho que la visita me tocará el bolsillo, que la reunión se pagará con creces, sea obligando a los empresarios de Cáceres a atender en catalán cuando llame uno de Esplugues de Llobregat para comprar jamón pata negra; sea sometiendo al tercer grado a los países europeos para reconocer el catalán como uno más de la familia, o a cualquiera de las trágalas que ha asumido el adicto al poder, el presidente Pedro Sánchez, capaz de besar y vender al mismísimo Jesucristo por trece minutos más en el cargo.
De momento parece que Junts se mantiene reacio al apoyo de los Presupuestos, pero me da que es pose, que es más ese juego de tira y afloja, de amenazas y de amagar y no dar como estrategia en la que se mueve con soltura, así que tranquilos que todo se arregla con más concesiones y en esas están Sánchez y los suyos moviendo los hilos para que el Constitucional de luz verde a la amnistía que permita regresar al huido sin pasar por la cárcel y que el presidente de Alemania, Joachim-Friedrich Martin Josef Merz, acepte el catalán como animal de compañía.
Hay otros dos asuntillos que no acaban de salir y no por culpa de Pedro Sánchez y sus ministros. Uno es la cesión de las competencias migratorias a Cataluña, que se debatirá el martes que viene en el Congreso. Los independentistas quieren controlar quién entra y quién no a su ‘país’ y tener la capacidad para expulsar a los migrantes que no les gusten. ¿Expulsarlos…? Se supone que a Cuenca o a Toledo. La cesión de competencias no saldrá adelante, porque contará con la oposición de Podemos ya que para los morados “detrás hay elementos xenófobos”. Y no les falta razón.
Y la tercera cosilla es cerrar una «verdadera» financiación singular para Cataluña y la condonación efectiva de toda la deuda de la comunidad, algo que el Gobierno socialista intenta disfrazar perdonando la deuda a todas las comunidades, que, por supuesto, no aceptan los independentistas catalanes.
Y en estas están.
En opinión del ministro Bolaños, «lo fundamental es que esas conversaciones sigan siendo discretas y que el día que haya acuerdos, si los hay, serán públicos», un método que a su juicio «ha funcionado» durante los más de siete años de Gobierno de Sánchez. Y tanto que ha funcionado, ministro.
Dicen desde el PSOE y Junts que los contactos seguirán. Si quiere un consejo eche mano a la cartera y aprietela contra el pecho para que le quiten sin que se entere todo lo que puedan estos sátrapas de políticos egoístas e insolidarios que bordan el comportamiento supremacista y piensan que lo de usted es suyo y lo de ellos… pues también suyo.