Cuando la ciudad olvida a sus habitantes: la deshumanización urbana

17 de marzo de 2025
3 minutos de lectura
Grandes ciudades. | EP
ANTONIO PENICHE GARCÍA

El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo. | Eduardo Galeano

Las ciudades, concebidas como espacios de encuentro, progreso y cultura, se han convertido en muchos casos en escenarios de deshumanización. La vida urbana moderna, con su ritmo acelerado, su arquitectura impersonal y su dinámica social fragmentada, tiende a reducir a las personas a meros usuarios, consumidores o transeúntes anónimos.

Este fenómeno, conocido como deshumanización urbana, no sólo afecta la calidad de vida de los habitantes, sino que también cuestiona el sentido mismo de lo que significa vivir en comunidad. Analizar las causas, manifestaciones y consecuencias de este proceso, así como las posibles soluciones para recuperar la humanidad en las ciudades es una de las prioridades del siglo XXI

El crecimiento descontrolado de las ciudades, impulsado por la migración masiva del campo a la urbe, ha llevado a una saturación de los espacios públicos y los servicios básicos. En muchas metrópolis, la prioridad ha sido albergar a la mayor cantidad de personas en el menor espacio posible, dando lugar a barrios marginales, edificios impersonales y una infraestructura que no responde a las necesidades humanas.

El predominio del automóvil en la planificación urbana ha transformado las ciudades en lugares hostiles para los peatones. Avenidas gigantescas, puentes elevados y estacionamientos masivos han fragmentado el tejido social, priorizando la movilidad sobre la habitabilidad. Esto ha generado espacios públicos vacíos, inseguros y carentes de vida comunitaria.

La gentrificación, proceso mediante el cual los barrios populares son transformados para atraer a poblaciones más adineradas, expulsa a los residentes originales y homogeniza la diversidad cultural. Esto no sólo genera segregación socioeconómica, sino que también borra la identidad y la historia de los lugares, convirtiéndolos en productos de consumo para una élite.

Aunque la tecnología ha facilitado muchos aspectos de la vida urbana, también ha contribuido al aislamiento social.

Espacios públicos inhóspitos son consecuencia de una urbanización sin tomar en cuenta lo que debería de retomarse como el eje central del desarrollo urbano: el ser humano.

Muchas viviendas se han vuelto impersonales. Los grandes complejos de apartamentos, con sus diseños estandarizados y su falta de áreas comunes, reflejan una visión de la vivienda como mero refugio funcional, no como un hogar. Esto contribuye a la alienación y al sentimiento de anonimato.

La globalización y la homogenización cultural han llevado a la pérdida de las tradiciones y los rasgos distintivos de muchas ciudades. Barrios históricos son demolidos para dar paso a edificios genéricos, y las pequeñas empresas son reemplazadas por cadenas multinacionales. Se genera una pérdida de sentido de pertenencia.

La deshumanización urbana tiene efectos profundos en la vida de las personas: Aislamiento social; el ritmo acelerado y el entorno hostil contribuyen a problemas como la ansiedad, la depresión y el agotamiento. Desigualdad y exclusión: la segregación espacial y económica profundiza las brechas sociales, generando resentimiento y conflictos. Es imperativo rehumanizar a las ciudades. La deshumanización urbana no es un destino inevitable, sino el resultado de decisiones políticas, económicas y sociales.

Es esencial priorizar a los peatones sobre los automóviles, creando calles peatonales, ciclovías y espacios públicos accesibles y seguros. Proyectos como el urbanismo táctico demuestran que pequeños cambios, como bancas, jardines y áreas de juego, pueden transformar la dinámica de un barrio.

Las políticas de vivienda deben garantizar no sólo un techo, sino también espacios que fomenten la convivencia y la identidad. Los cohousing y las cooperativas de vivienda son ejemplos de modelos que promueven la comunidad y la sostenibilidad.

Iniciativas como los huertos urbanos, los mercados locales y los festivales comunitarios pueden revitalizar los espacios públicos y fortalecer los lazos sociales.

Los habitantes deben ser protagonistas en la planificación y gestión de sus ciudades. Herramientas como los presupuestos participativos permiten que las comunidades decidan cómo invertir los recursos públicos. Se necesitan incorporar áreas verdes, corredores ecológicos y techos jardín.

Recuperar la humanidad en las ciudades es, en última instancia, recuperar nuestra capacidad de vivir juntos, de cuidarnos y de construir un futuro común. Como dijo Jane Jacobs, pionera del urbanismo humanista:  “Las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todos, sólo porque, y sólo cuando, son creadas por todos”.

*Por su interés, reproducimos este artículo de Antonio Peniche García, publicado en Excelsior.

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