El año 2025 dejó una conclusión clara y preocupante. El calor extremo fue el fenómeno meteorológico más mortífero del planeta. Así lo señala el informe anual de World Weather Attribution (WWA), que analiza cómo los eventos extremos afectan a las personas y qué papel juega el cambio climático en su intensidad.
A diferencia de otros desastres, las olas de calor no siempre generan imágenes impactantes. No arrasan ciudades de forma inmediata. Sin embargo, matan en silencio. Agravan enfermedades, saturan hospitales y ponen al límite a millones de personas. Por eso, aunque reciban menos atención mediática, su impacto humano resulta mucho mayor.
Según los datos recopilados por WWA, en 2025 se registraron 157 eventos meteorológicos extremos con impacto humanitario. Las olas de calor y las inundaciones fueron las más frecuentes, con 49 episodios cada una. Sin embargo, el calor destacó por su letalidad, especialmente en regiones con menos recursos para adaptarse.
Los estudios muestran que el calentamiento global ha aumentado alrededor de 0,3 °C desde 2015, lo que ha hecho que algunas olas de calor sean hasta diez veces más probables que antes. Países tan distintos como Sudán del Sur, Burkina Faso, México, Argentina, Noruega o Inglaterra vivieron episodios de temperaturas extremas intensificados por el cambio climático, según Europa Press.
Aunque no todos los eventos pueden atribuirse de forma directa al calentamiento global, WWA concluyó que la mayoría de los fenómenos analizados fueron agravados o se volvieron más probables debido al aumento de la temperatura del planeta. En algunos casos, la falta de datos en regiones del Sur Global dificulta el análisis, lo que revela otra desigualdad: las zonas más afectadas son también las menos estudiadas.
Además del calor, otros eventos como ciclones y tormentas tropicales provocaron miles de muertes y enormes pérdidas económicas. Aun así, el informe subraya que el calor extremo afecta de manera especialmente dura a las poblaciones más vulnerables, como personas mayores, comunidades empobrecidas y trabajadores expuestos al aire libre.
2025 fue uno de los años más cálidos jamás registrados, incluso sin la influencia plena de fenómenos como El Niño. Esto refuerza una idea clave: el cambio climático ya no es una amenaza futura, es una realidad presente.
La climatóloga Friederike Otto, cofundadora de WWA, advierte de que los riesgos climáticos se vuelven cada año “menos hipotéticos y más brutales”. Reducir emisiones sigue siendo esencial, pero también lo es reducir la vulnerabilidad, mejorar la planificación urbana, reforzar los sistemas sanitarios y proteger a quienes más sufren el impacto del calor.
El mensaje del informe es claro. Cada décima de grado importa. Cada decisión política cuenta. Porque detrás de cada ola de calor hay vidas humanas, y seguir mirando hacia otro lado tiene un coste que ya se está pagando.