Se cumplen 14 años de la muerte del ‘rey del Pop’, un genio de la música convertido en un ídolo de masas mitificado por muchos y vilipendiado por una minoría ruidosa
“Cuando la ignorancia es una bendición, saber es una locura”
William Shakespeare
Se dice que una persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, pero a Michael Jackson ese privilegio nunca le fue concedido. Al contrario, fue condenado mediáticamente antes incluso del inicio del denominado ‘juicio del siglo’ en 2005 por abusos a menores. Algo inconcebible en pleno siglo XXI, donde la sociedad apela a la presunción de inocencia. Con Michael la cosa cambió y gran parte de la humanidad no dudó en ejercer como tribunal de la Santa Inquisición.
Más que una superestrella del pop con billones de dólares en su cuenta corriente, Michael Jackson era ante todo un ser humano de carne y hueso con sentimientos, creencias y valores. Pero eso no importaba. Como tampoco importaba que el mejor cantante y bailarín de todos los tiempos fuese un niño grande, sumamente sensible, maltratado por su padre desde su infancia, lleno de complejos, ferviente activista social que sentía adoración por los más pequeños y, para más inri, afroamericano.
Un blanco fácil para todos aquellos que querían acabar con su popularidad por venganza, poder, codicia y celos utilizando como instrumento transmisor los medios de comunicación, encargados de informar a la sociedad con rigor, neutralidad, respeto y sin cortapisas. Sin embargo, en el caso de Michael -como en otros muchos-, éstos aprovecharon su poder sobre las masas para ocultar parte de la historia vendiendo morbo y sensacionalismo como la verdad oficial. Y eso es mentir y manipular a la sociedad. Quizá sea porque la prensa ya no goza de libertad absoluta porque se ha corrompido por el sistema, pero ese es otro tema.
Remontándonos a los hechos probados y verídicos, en un intento por recuperar su infancia perdida -tras el éxito obtenido con el álbum ‘Off the wall’ que posteriormente selló con ‘Thriller’-, Michael construyó Neverland, un gigantesco parque temático donde residía y podía moverse con total libertad sin guardaespaldas y alejado de los focos mediáticos. Hasta aquí todo normal.
El problema radica en que la fuente de inspiración para crear Neverland era Peter Pan, aquel hombre que se negó a crecer para seguir siendo un niño. Una descripción que se le podía atribuir perfectamente, y sin ningún género de dudas, a Michael Jackson.
Pero al igual que Peter Pan tenía como enemigo al capitán Garfio, en el caso de Michael los malvados eran hienas ávidas de sangre fácil que encontraron en una de sus ‘rarezas’ la manera de socavar su carrera artística y su reputación como persona en favor de su propio beneficio. ¿Cómo? Denunciando al ‘rey del Pop’ de abusos a menores. Porque ningún adulto en su sano juicio dormiría con niños desconocidos en su cama. Un comportamiento reprochable típico de un pervertido, si no fuera por la inexistente infancia que tuvo Michael y su búsqueda constante y sin éxito que se convirtió en un pecado durante toda su vida.
Puede que el mayor error de Michael Jackson fuese creer en la bondad del ser humano. Tan simple como eso. Porque para él resultaba inconcebible que las personas fuesen capaces de hacer el mal gratuito, pese a las cuantiosas ayudas económicas que el cantante proporcionaba a muchas de las familias de menores enfermos que visitaban su rancho.
Lo cierto es que los únicos apoyos que recibió Michael cuando salieron a la luz los escándalos sexuales a niños y menores enfermos de sida fueron sus legiones de fans, su familia y varios de sus amigos. El resto de mortales le repudió inmediatamente, no creyendo en él ni en su inocencia y se aferraron a pies juntillas a la opinión mayoritaria que le señalaba como culpable y demente. Total sobreviviría, debieron pensar. Tenía dinero suficiente para subsistir lejos de los escenarios por el resto de su vida. Además, no era más que un personaje extravagante que se aclaró la piel y se sometió a numerosas cirugías plásticas para renegar de sus orígenes negros.
Eso es lo que tiene seguir a ciegas una versión sin ponerla en tela de juicio y sin mirar más allá. Michael tenía vitíligo (una enfermedad hereditaria que provoca la despigmentación de la piel); se operó la nariz por los apodos que su padre le profería desde muy pequeño ‘big noise’ (‘narizón’), y lo que más le interesaba era la interpretación y hacer música. Por eso, pagó a su primer acusador falso. Todo por seguir haciendo música, no por aceptar su culpabilidad y silenciar un testimonio ya de por sí inverosímil.
Y es que la gente tiende a juzgar y rechazar lo que escucha y piensa, y en este caso lo único que sabían a ciencia cierta era la identidad del acusado y el delito por el que fue procesado. Una combinación que daba como resultado un titular explosivo que supondría un escándalo mundial: ‘Michael Jackson abusador de menores’.
Aún así ‘El rey del Pop’ seguía creyendo en la bondad de las personas, pese a que sus detractores -críticos, empresarios y medios de comunicación; todos ellos especialmente de su propio país, Estados Unidos-, pusieron en marcha una maquinaria de descrédito y escarnio público en 2003 para acabar con el ídolo de masas y arrancarle lo más puro que tenía: su inocencia.
Sumergido en una profunda depresión, el 13 de junio de 2005 -tras cuatro meses de juicio formado por un jurado de 12 personas, 85 testigos y con 500 reconstrucciones de los hechos- Michael fue declarado inocente y completamente libre de cargos. Sin embargo esto no sirvió para paliar el calvario sufrido por el artista durante años, porque el daño ya estaba hecho.
Actualmente sigue habiendo gente que piensa que Michael es culpable sin existir evidencia alguna de las acusaciones. Pero el dogma está tan arraigado entre la sociedad que no acepta un estudio contrastado de lo ocurrido; lo cual permite que todas esas personas condenen y rechacen lo diferente. En uno de sus videoclips aparece la frase “prejuicio es ignorancia” que define a la perfección lo sucedido contra un hombre al que se le profirieron públicamente calificativos como pedófilo, monstruo, depravado, maricón, enfermo mental o racista; y al que un cronista de nuestro país no dudó en definirle como “un loco al que tienen que encerrar”.
El juicio de Michael Jackson supuso un punto de inflexión en cuanto al odio, la condena, la descalificación y la maldad de una sociedad que, sin ser juez ni parte, ha ido evolucionado hasta convertirse en voceros sabedores de todo y nada a la vez, que usan las redes sociales como el mayor estercolero de las miserias humanas para desacreditar lo que esté fuera de sus creencias y desvirtuando la realidad.
A Michael Jackson le arrebataron su inocencia de la manera más cruel y despiadada posible, mientras la humanidad permite y aprueba que se sigan utilizando a menores para sacar una buena tajada económica, obtener fama y satisfacer sus deseos amparándose en la política del todo vale, mientras los acusadores falsos campan a sus anchas entre la sociedad sin ser condenados por injurias y calumnias.
Porque tiene que quedar meridianamente claro que vivimos en una sociedad libre y sin límites, y porque quién se atreva a ponerlos automáticamente se convierte en un dictador autoritario. Porque ahora se trata de demonizar al bueno y santificar al malo sin cuestionar absolutamente nada. Porque ya da igual traspasar la delgada línea que separa la libertad del libertinaje.