La Iglesia, entre dos almas y caminos: tradición y reforma

23 de abril de 2025
2 minutos de lectura
La Iglesia, entre dos almas y caminos: tradición y reforma
Religiosas sa,ludan cariñosamentye al Papa Francisco. /FOTOGRAFÍA CORTESIA DE (CNS) CATHOLIC NEWS SERVICE

Este es un momento de extraordinaria importancia en el escenario geopolítico y social para acertar con el próximo Papa, el líder espiritual de 1.300 millones de católicos en el mundo. Y lo es tanto por tener a un buen pastor al cuidado de las ovejas de su Iglesia, como por el destacado papel que está llamado a tener la figura de un pontífice como referencia en un mundo complejo y globalizado que tiende a la polarización, sufre entre dos grandes guerras vivas y otras muchas menos mediáticas pero igual de sangrientas, y lo sacuden las tensiones ideológicas de las que penden y cuelgan cuestiones sociales y económicas trascendentes como las migraciones, la pobreza o el cambio climático y su influencia en los seres humanos.

No está nada claro que saldrá de la Capilla Sixtina cuando el cónclave haya hablado, y no está claro si el próximo Papa mantendrá y avanzará en la línea reformista emprendida por Francisco o se dará un paso atrás para apuntalar una Iglesia tradicional sin concesiones a la nueva realidad social en la que emergen cuestiones como el papel de la mujer, la discriminación o la violencia.

Francisco se atrevió a hablar de la pederastia, del creciente papel que debe tener la mujer en la Iglesia o de las relaciones LGTBI, aunque no llegó a modificar nada de los dogmas tradicionales. Si quería hacerlo no lo dejaron. Tampoco se puede promover de la noche a la mañana la revolución en un papado dentro de una institución milenaria donde el conservadurismo tiene mucho poder. De seguir este camino de apertura realista con el mundo actual, el nuevo pontífice será quien lo recorra.

En esta línea decía ayer a su llegada a Roma uno de los papables, el arzobispo y cardenal de Madrid José Cobo, que es muy difícil retrpceder en el camino que ha mostrado Francisco, y abundaba en la idea de que el cónclave no tiene ver si ahora toca un papa de Asia, de África o de Europa, sino qué Papa necesita la Iglesia para este tiempo de retos en el que hay que hablar con el lenguaje de la sociedad actual.

Las dos tendencias, progresista y conservadora, están en la calle y en el debate interno de la jerarquía eclesiástica cuando se lamenta la pérdida de fieles en las parroquias y hasta en los ritos más solemnes para los católicos como los bautizos, comuniones o bodas, o cuando se lamenta la pérdida de vocaciones que ha llevado al cierre de muchos seminarios y mantiene otros bajo mínimos. Con estos argumentos apelan a una Iglesia abierta e integradora capaz de adaptarse a los nuevos tiempos de la globalización y el internet para llegar a más con un mensaje atractivo en el que está presente la ecología y el medio ambiente, la igualdad de género y una Iglesia más social y menos politizada, más cerca de la gente y de los que sufren.

Y están los que, con un discurso sin muchas pretensiones, advierten que nadie obliga a nadie a ser católico, pero cuando se es deben aceptar ‘las normas’ de una Iglesia que se han mantenido durante siglos en las que no cabe la ordenación de mujeres, se debe respetar el celibato y no se pueden admitir  bodas entre personas del mismo sexo, algo que uno de los cardenales papables considera «satánico».

Las dos visiones son respetables y las dos están en las ideas y pensamientos. Como ha escrito un analista en un periódico, la Iglesia está dividida “grosso modo” en dos grandes almas: la de los conversadores y la de tradicionalistas, contrarios a muchas de las reformas que promovió Francisco, y los progresistas o reformistas que apoyan los cambios. Queda poco para saberlo y ya veremos si la fumata es blanca o negra, en un sentido amplio de la palabra y según el color que prefiera cada uno.

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