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La Cumbre del Clima cierra un acuerdo de 290.000 millones anuales para combatir el cambio climático en los países en desarrollo

Una clmático desarrollo mujer pasa junto al logo de la COP29 en el Estadio Olímpico de Bakú. Foto: Dominika Zarzycka / DPA

Una mujer pasa junto al logo de la COP29 en el Estadio Olímpico de Bakú. Foto: Dominika Zarzycka / DPA

El pacto no cesa las tensiones entre naciones y ha sido recibido calificado como “muy decepcionante” por economías en crecimiento y organizaciones climáticas

La COP29 de Bakú cerró con un acuerdo de último minuto para aumentar la financiación climática dirigida a los países en desarrollo, elevando a 300.000 millones de dólares anuales el compromiso de los países ricos a partir de 2035. Esta decisión llega tras intensas negociaciones y desencuentros, especialmente en torno a la disparidad de expectativas entre las naciones desarrolladas y los países más vulnerables, que demandaban un financiamiento mucho mayor para poder enfrentar los retos del cambio climático. Sin embargo, el acuerdo incluye una “Hoja de ruta de Bakú a Belem” que apunta a una meta futura más ambiciosa de 1,3 billones de dólares anuales.

El plenario final quedó marcado por el desacuerdo y las críticas de algunas delegaciones, que se quejaron de la premura con la que se aprobó el documento. India, en particular, expresó una fuerte desaprobación por lo que calificó como una decisión “unilateral” del presidente de la cumbre, Mukhtar Babayev, al aprobar el texto sin permitir una ronda de comentarios completa. Para la delegada india, Chandni Raina, los 300.000 millones de dólares comprometidos resultan insuficientes y quedan demasiado lejanos en el tiempo como para ser considerados una respuesta adecuada al cambio climático.

Cambios en la regulación del carbono

Un aspecto destacado del acuerdo es la adopción de nuevas reglas para los mercados de carbono. Estas regulaciones permitirán la compraventa de créditos de carbono en un mercado global, que podría llegar a movilizar hasta 250.000 millones de dólares anuales para apoyar la implementación de políticas climáticas en distintos países. Sin embargo, grupos ambientalistas han criticado estos mercados de carbono, acusándolos de ser “una estafa” que permite a las industrias seguir contaminando sin hacer cambios sustanciales en sus prácticas.

Desde su inicio, la cumbre de Bakú estuvo bajo la sombra de desacuerdos entre los países más ricos y aquellos en vías de desarrollo. Los primeros ofrecieron un compromiso inicial de 250.000 millones de dólares anuales, considerado insultante por algunas delegaciones, sobre todo porque el grupo de países en desarrollo insiste en que se necesitan al menos 1,3 billones de dólares anuales. La presencia de Arabia Saudita y su resistencia a ratificar ciertos compromisos también complicó las negociaciones, lo que llevó a algunos representantes a señalar que los intereses de los combustibles fósiles continúan interfiriendo con los objetivos climáticos.

A pesar del consenso alcanzado, el resultado dejó insatisfechas a muchas organizaciones y países vulnerables, que consideran que el pacto no responde a la gravedad de la crisis climática actual. WWF, por ejemplo, describió el compromiso como “decepcionante” y “lejos de lo necesario”, subrayando que los países en desarrollo necesitan financiamiento directo que no aumente sus niveles de deuda. Greenpeace también expresó escepticismo sobre el papel que las empresas de combustibles fósiles han jugado en esta negociación, y reiteró la urgencia de que estas corporaciones asuman responsabilidad financiera por los daños climáticos.

Valoración positiva desde Europa

Por otro lado, algunos representantes europeos vieron en el acuerdo una señal de esperanza, destacando la importancia de que, en un contexto global tan dividido, se lograra avanzar en un compromiso colectivo. Eamon Ryan, ministro de Medio Ambiente de Irlanda, señaló que las negociaciones en Bakú demostraron la posibilidad de cooperación a pesar de las dificultades. El secretario ejecutivo de la Convención de Cambio Climático de la ONU, Simon Stiell, comparó el acuerdo con una “póliza de seguro para la humanidad”, enfatizando que solo será efectivo si se cumplen con los pagos acordados y a tiempo.

La conferencia de Bakú, que se prolongó más allá de la fecha prevista, demostró lo difícil que es encontrar un terreno común en la acción climática global. Las delegaciones de países insulares y de naciones en desarrollo, frustradas por la falta de inclusión, realizaron protestas temporales y abandonaron las negociaciones en señal de descontento. Sin embargo, la presión de estos grupos y de algunos países de América Latina y el Caribe fue clave para evitar que la cumbre terminara sin un acuerdo formal.

El pacto de Bakú, aunque cuestionado, ofrece una base para seguir desarrollando la financiación climática global, de cara a la próxima COP30 en Brasil. Allí se espera que las promesas se conviertan en acciones más concretas y que los mecanismos de financiación se estructuren de manera que los países más vulnerables reciban apoyo sin incurrir en deudas. La esperanza de muchos es que, en lugar de migajas, el sistema financiero global empiece a actuar con justicia para responder a la crisis climática en beneficio de todos.

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