Panamá es un país con 4 millones de habitantes. Tiene un territorio chico, su PIB ni siquiera altera la aguja del PIB mundial y no tiene ejército. ¿A quién le puede interesar su posición en el contexto geopolítico?
Bueno, a los que vivimos en esta “patria tan pequeña” nos interesa. En especial porque la gran mayoría de la población reside y más del 80% de nuestro PIB se genera, en sitios ubicados en o cerca de las riberas del Canal de Panamá, por donde cruzan aproximadamente 14 mil buques al año, trasegando un porcentaje importante del comercio mundial.
Si los grandes actores de la geoestrategia tiran misiles aquí, nos pueden reventar a los que vivimos por estos lares y afectar negativamente los negocios de millones de personas de diversos países que dependen de las mercancías y de las comunicaciones que cruzan por este puente.
El mundo está en una encrucijada por la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, por ello resulta fundamental comprender la verdadera posición internacional que Panamá ha tomado hasta ahora, en los meses transcurridos desde la invasión.
Hay un solo adjetivo que califica la posición de Panamá: ambigüedad. Veamos el tema con detalle.
Si nos guiamos por las votaciones ante la ONU, Panamá ha tomado partido con la mayoría de la comunidad internacional a favor de Ucrania y en contra de Rusia. El 2 de marzo Panamá votó con la gran mayoría, condenando la agresión de Rusia contra Ucrania. El 12 de octubre Panamá también tomó una posición contraria a la agresión de Rusia, votando con la mayoría abrumadora de la comunidad internacional que rechazó las ilegales anexiones declaradas por Rusia de territorios de Ucrania. En un análisis superficial, ello bastaría para sacar una conclusión. Sin embargo, hay más información que analizar.
En las declaraciones de los altos representantes de la política exterior de Panamá, no hemos encontrado ninguna condena directa contra la agresión rusa en Ucrania. Y si ha existido alguna, no ha tenido trascendencia. Se habla a favor de la paz, de la defensa de los Derechos Humanos y de la carta de la ONU, las consecuencias de la guerra para el mundo, etc. Todo muy general, pero no se ha condenado a Rusia con palabras directas.
Hay hechos que sustentan la calificación de la conducta de Panamá, al menos como extraña, por tratarse de un país que por su Historia, tradición cultural y valores democráticos, claramente es parte de Occidente y así nos sentimos la gran mayoría de los panameños. Veamos.
Cuando en abril pasado la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania ya era encarnizada, las violaciones de Derechos Humanos por Rusia eran conocidas y la retórica de China incluso era más abiertamente pro rusa que ahora, la cabeza más visible de la diplomacia de Panamá, decide visitar China para hablar de la ampliación de mercados para las exportaciones panameñas de “pollo, puerco y mariscos”, en una reunión con el Ministro de Relaciones Exteriores de China.
Evento inoportuno, por decir lo menos. Sobre todo por cuanto la supuesta gran excusa de política exterior, que sería conseguir la firma de China del Protocolo del Tratado de Neutralidad del Canal, quedó en nada, siendo reducida a una mesa de trabajo para un futuro estudio.
En la comunicación pública del resultado de la reunión, la cadena de noticias oficial del gobierno de China, CGTN, destacó el 4 de abril de 2022, que la Ministra de Relaciones Exteriores de Panamá declaró que: “Los Estados Latinoamericanos y caribeños no son patio trasero de ningún país”. En la misma noticia se reporta que la Ministra panameña también declaró que: “Panamá desaprueba las sanciones unilaterales que se imponen facilmente a nivel internacional”.
No hay que ser Henry Kissinger para entender que esas declaraciones de la Ministra de Panamá representan un ataque directo contra los Estados Unidos y contra las sanciones de Occidente contra Rusia, en plena guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. Además, son también un error diplomático grave, porque nuestra Ministra no estaba autorizada para hablar por Estados diferentes a Panamá.
Si revisamos el comunicado de la Cancillería de Panamá del mismo día 4 de abril, hay una narrativa totalmente distinta. No se menciona ni una sola palabra de “sanciones unilaterales” ni sobre “patios traseros”. Nada sobre Ucrania.
¿A quién creerle? Si partimos de la premisa de que la Ministra de Panamá ni la Cancillería, jamás desmintieron la noticia emitida por la agencia de noticias del gobierno chino, parece creible lo que reportó CGTN.
Para más debate sobre este viaje a China de la Ministra de Relaciones Exteriores, medios panameños reportaron que el vuelo para esa gira asiática no fue comercial. En su lugar se reporta que se trató de un vuelo charter con un costo no previsto de US$350,000.00. Desde el punto de vista de la claridad de la posición internacional de Panamá, resulta fundamental que se explique cómo y quién quedó pagando la factura de ese viaje.
En la semana del 22 de septiembre de 2022 tuvo lugar en Nueva York la Asamblea General de la ONU. Antes de viajar para dicha cita, el 16 de septiembre, la Ministra de Relaciones Exteriores de Panamá, declaró a medios panameños como TVN y NEXTV, que se reuniría tanto con Rusia como con Ucrania en Nueva York, “para tratar de consensuar posiciones importantes”. En la misma declaración, la Ministra destacó que el hecho de que exista “interés de estos países de estos acercamientos… denota el liderazgo que estamos recuperando en la palestra internacional como un país de consenso”. Es decir, Panamá como mediador en el más importante conflicto geopolítico del siglo XXI. Tremendo.
El día 21 de septiembre, tal como reportó la agencia de noticias AP, el Presidente Putin realizó una amenaza de usar armas nucleares, poco antes de que tuvieran lugar los referendos ilegales para anexionarse territorio de Ucrania. Según la noticia Putin enfatizó que “esto no es una fanfarronada”. Hubo un consenso internacional de que esa amenaza había que tomarla en serio, porque se trataba de un Putin que empezaba a sentirse acorralado por la contraofensiva ucraniana que recien en esas fechas mostraba resultados concretos.
En medio de ese contexto internacional se da la Asamblea General de la ONU. Con una Rusia más aislada que nunca, a la Ministra de Relaciones Exteriores de Panamá le pareció un momento especialmente apropiado para reunirse en Nueva York con Serguéi Lavrov, Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia. Según la cuenta de Twitter de la Ministra de Panamá, en la reunión se trató “la invasión de Ucrania”. Según la cuenta de Twitter de la Cancillería de Rusia en español, la reunión fue para hablar de “cooperación en los ámbitos comercial, económico, cultural y humanitario”. Otra vez narrativas distintas de la reunión.
Me perece que fue totalmente inoportuno de parte de Panamá reunirse con Rusia, el agresor de la guerra, cuando ya se conocía la declaración de Putin amenazando fuertemente con el uso de armas nucleares. Algunos dirán que esa reunión era parte de la supuesta mediación de Panamá. Sin embargo, no se ha reportado ninguna reunión con la delegación de Ucrania en Nueva York. Para jugar el papel de mediador hay que hablar con las dos partes.
Un elemento adicional muy relevante de la presentación en Nueva York de la delegación de Panamá, fue que en el discurso ante la plenaria de la ONU, la representación de Panamá no condenó la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania.
El 26 de septiembre de 2022 la Ministra de Relaciones Exteriores de Panamá está nuevamente en Asia. Ese día se reune en Tokio con su equivalente japonés. El comunicado de la Cancillería japonesa es revelador. En ese comunicado el Canciller de Japón expresó que “la agresión de Rusia contra Ucrania es un acto que socava las fundaciones mismas del orden internacional”, mientras que su par de Panamá evitó la condena de la agresión rusa, y, en su lugar, dijo: “Panamá, como país que enfatiza el multilateralismo, le interesa fortalecer la comunicación con Japón, así como la cooperación en la arena internacional”.
Si revisamos el comunicado de la Cancillería de Panamá de 26 de septiembre, no se menciona nada de la condena de Japón a la agresión rusa sobre Ucrania. Y sobre la escena internacional la Canciller de Panamá hace la siguiente declaración gaseosa: “Panamá y Japón comparten los valores de la defensa de la democracia y los derechos humanos”.
Una más: el 2 de mayo de 2022, el responsable de la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, estuvo en Panamá. El juego de palabras fue similar. Tal como reportó la DW, mientras Borrell dijo que “condenamos la agresión rusa contra Ucrania y tratamos el impacto global”… su contraparte de Panamá declaró: “importante reunión bilateral con el jefe de la diplomacia europea”, con el que se conversó “temas políticos y económicos de mutuo interés”. Nada directo contra la agresión rusa.
Luego de sus encuentros con sus pares de China, Rusia, Japón y la Unión Europea, en abril, septiembre y mayo de 2022, las comunicaciones de la Cancillería de Panamá que describen los encuentros, no coinciden con la narrativa de los interlocutores. En todos los casos, las discrepancias están principalmente en el tratamiento de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. Panamá se muestra, en sus propios comunicados, ignorando el tema de Ucrania o con alguna referencia muy indirecta a la paz, la democracia o los Derechos Humanos.
En resumen: Panamá tiene una política ambigua. Hasta ahora existe algo que frena a Panamá para tomar el papel que le corresponde como parte integral de Occidente. Panamá se reprime para no cuestionar directamente a Rusia por su guerra de agresión contra Ucrania.
Todo indica que, hasta ahora, Panamá se ha mirado a sí misma con ciertos delirios de grandeza, según los cuales está llamada a jugar un papel equidistante, con óptica multilateral, apostando a que tenemos que ser amigos de todos los bandos, para sacar lo mejor de todos. En mi opinión ese es un enfoque totalmente equivocado y es un juego peligroso.
El internacionalista panameño, Alonso Illueca, publicó recientemente un libro de ensayos titulado PAX PANAMENIA (Editora NOVO ART, 2022), en el cual se incluye un muy buen análisis sobre la ambigüedad estratégica como herramienta en las relaciones internacionales.
De ese ensayo nos interesa resaltar la siguiente conclusión:
“Si un Estado está dispuesto a mantener posturas ambiguas y reiteradas respecto a actos de agresión, ante evidentes afectaciones a las fronteras territoriales y marítimas de ciertos Estados, e incluso con respecto a crímenes de guerra, de lesa humanidad y de genocidio, sea cual fuere el interés nacional involucrado, no estaríamos ante una ambigüedad estratégica, sino ante la indiferencia hacia el derecho internacional, ante la negación de la magna civitas y ante la negación del Estado mismo como sujeto de derecho internacional”.
Coincido totalmente con dicha reflexión. No creo que exista ningún interés nacional de Panamá que estemos protegiendo por renunciar a aceptar nuestra vocación histórica como parte de Occidente, tomando una posición ambigua en la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania.
Sin embargo, aunque hubiera algún interés nacional, no podría jamás tener el peso suficientemente importante, como para que Panamá renuncie a sus principios de política exterior, que no son más que el conjunto de valores occidentales dentro de los cuales destacan la defensa de la democracia representativa, el Estado de Derecho, el respeto a los derechos de la oposición y de las minorías, la libre empresa, libertad de expresión, los Derechos Humanos, respeto a la privacidad, justicia independiente e imparcial, igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, no importa el estrato social. Valores irrenunciables cuya existencia misma es puesta en duda tanto en China como en Rusia.
El manejo extemporáneo y divagante de nuestra política exterior que hemos expuesto no tiene por qué mantenerse. Siempre es una buena oportunidad para corregir. En función de ello, hacemos un llamado respetuoso al Gobierno de Panamá para que haga los ajustes correspondientes.
Si les parece interesante, próximamente estaremos reflexionando en estas páginas de FUENTES INFORMADAS, sobre algunas hipótesis que podrían explicar la ambigüedad de la política exterior que hasta ahora ha tenido Panamá, frente a la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania.