Hoy: 23 de noviembre de 2024
Melancólica, Isabel Pantoja interpretó un emotivo himno a su esposo Paquirri, quien falleció en una plaza de toros hace cuarenta años: “Ese barco velero cargado de sueños / Cruzó la bahía / Me dejó aquella tarde agitando el pañuelo / Sentada en la orilla…”
Cuatro décadas de aquella celebérrima tarde de Pozoblanco y la cornada mortal de Francisco Rivera, propinada por el toro Avispado, de Salayero y Bandrés, sigue siendo tema de debates.
Grabadas estuvieron sus famosas palabras al doctor: “La cornada es fuerte. Tiene al menos dos trayectorias, una para acá y otra para allá. Abra todo lo que tenga que abrir, lo demás está en sus manos. Y tranquilo, doctor”.
Los doctores actuaron tranquilos y con alto profesionalismo, pero Paquirri requería una mejor atención médica, en un hospital de primera o simplemente de superiores perspectivas, y en el camino que va de Pozoblanco a Córdoba, expiró.
La muerte del torero más popular y poderoso de los años 70 y 80 suscitó un debate sobre las enfermerías y puso de manifiesto la necesidad de actualizar las instalaciones sanitarias en las plazas de toros.
Desde entonces, mucho ha cambiado la atención. Las plazas tienen mejores instalaciones, la cirugía taurina ha evolucionado de manera impresionante. Y muchos han salvado la vida.
Así fue el cruel desenlace de un torero excepcional. Un matador que provenía de una familia con sangre de tauromaquia, se casó en primeras nupcias con la conocida como novia de España, Carmen Ordóñez, hija del influyente torero Antonio Ordóñez y sobrina de Luis Miguel Dominguín.
Destacando por sus habilidades físicas, especialmente al clavar banderillas y en la suerte suprema, se divorció de Carmina, con quien tuvo dos hijos toreros, Francisco y Cayetano, y luego contrajo matrimonio religioso con Isabel Pantoja.
Como Manolete en su final, Paquirri había dicho que el retiro era urgente para tener paz y vida. La de Pozoblanco, un 26 de septiembre como hoy, pero en 1984, era su última corrida de la temporada. Planeaba irse a América a una corta campaña y luego se iría tal vez a una pausa o a una marcha definitiva.
“Hace 40 años, uno de los matadores más poderosos de la historia, Francisco Rivera Paquirri, moría como consecuencia de la tremenda cornada que recibió cuando lanceaba a Avispado, de Sayalero y Bandrés, un toro chico y sin presencia, pero muy astifino”, señalan.
“Entre la enfermería de Pozoblanco y el hospital más cercano, en la capital, la distancia era inmensa aquel 26 de septiembre de 1984. El impacto de aquel suceso resuena aún no sólo por la pérdida del diestro, sino por las circunstancias y por la polémica que, todavía hoy, genera”, sostienen.
“Cuatro décadas después, la vida de los toreros pende de un hilo y buscar culpables o justificaciones a sucesos de este calado quizá sea un debate estéril porque son de una simpleza arrolladora. Un toro te puede matar. Sí existen, sin embargo, consecuencias”, precisan. Te puede matar, claro, un toro, grande, chico; un novillo, un becerro. Pero hay que plantarse frente a él para jugarse la vida.
España y el mundo del toro lloraron y lloran aún por Francisco Rivera, parte de un “cartel maldito”, pues “Yiyo”, el más joven del cartel, murió al año siguiente corneado por “Burlero” en Colmenar Viejo, y “El Soro” quedó casi inválido igual por un percance en el ruedo.