Hoy: 23 de noviembre de 2024
Cuando ingenuamente un afectado por alguna información mía me ha preguntado sobre quién me había contado lo publicado sobre él, mi respuesta habitual era la siguiente, en tono desenfadado. “¡Pero, hombre! ¿Cómo le pregunta usted a un periodista por sus fuentes?”. El señor se quedaba mudo y solo acertaba a pedir disculpas. Y yo le añadía: “Si alguna vez tuviera la tentación de revelar una fuente, antes me voy a la primera planta del hospital La Paz, la de psiquiatría, y me hospitalizo”.
Al hilo del tuit que largó el otro día sobre mí el comunicador Javier Ayuso Canals, alias El Moquetas, también conocido como El Señorito entre algunos compañeros de El País, periódico en el que ambos coincidimos durante muchos años (aunque a él le recuerdo siempre de salón en salón mientras yo afloraba buena parte de los grandes escándalos de corrupción de este país de los últimos 20 años); al hilo de ese tuit, decía, recibí un cálido mensaje de uno de los grandes periodistas de este país, director de un gran medio. Sin mencionarle, me indicó que el tuit de Ayuso, divulgar una fuente, “era un delito”.
Revelar la identidad de un informador está tipificado en el Código Penal, pero también en el código ético y deontológico del periodismo. Es tan grave como que un juez prevarique. Y si quien revela esa fuente, para más inri, es un directivo subalterno de El País es para que lo corran a gorrazos del mundillo periodístico. Y si además, para colmo, la fuente a la que alude es falsa, apaga y vámonos…
Justamente esto ha hecho El Moquetas con quien les escribe. Señalaba en su tuit que fui yo quien llevó a EL PAÍS hace años el llamado Informe Pisa contra Podemos y que el periódico no lo publicó porque “apestaba a cloaca”. Y de ahí concluía que los audios de Villarejo que FUENTES INFORMADAS ha publicado en exclusiva junto con EL PAÍS me los ha filtrado a mí el comisario.
Vayamos por partes: que fui yo quien llevó ese informe a EL PAÍS hace varios años mientras él pesebreaba sin mancharse de moqueta en moqueta (es de los comunicadores más adinerados de este país; en otra ocasión les daré datos) es cierto. Pero media un abismo entre eso y colegir que ese informe me lo filtró el comisario Villarejo. ¿Qué sabrás tú, Ayuso? ¿Estabas tú allí? No tienes ni idea. ¡Menudo rigor!.
Desde una moqueta, esas que impregnan tus zapatos, es difícil saber con certidumbre a donde tienen que acercarse los periodistas para conseguir información, esta y otras muchas…Y todo para que el periódico pueda pagar nóminas de moqueta como la tuya. Y si la información es buena o mala, para eso están las lógicas cribas. Fui yo mismo quien decidió no publicarla cuando al llegar al periódico la analicé con detalle; ¿o acaso llegué a escribir una sola línea sobre aquello? Pues no, entérate. Simplemente informé de esos papeles. Si el periódico llega a estar esperando a que tú llevases alguna noticia, los trabajadores habrían tenido que esperar a que los infiernos se helaran.
Lo más cerca que has olido tú una exclusiva fue hace veintitantos años con el caso de Mariano Rubio (que, por cierto, también cubrí yo, y con una primicia tras otra desde la perspectiva judicial; lo instruyó el juez Coronado, ¿recuerdas?). Desde entonces, la moqueta te tiene abducido.
Hasta te dedicaste a vetar por sistema toda información de Villarejo de contraste a las que tú difundías sobre él al dictado de tu amiguete el exjefe del CNI, Félix Sanz Roldán. Siempre te vi eso, un señorito que ni yo, ni casi nadie en EL PAÍS, sabía realmente en qué gastabas tus horas de trabajo tras tu vuelta a EL PAÍS luego de no sé cuántos años tapando las andanzas del Rey Emérito en tiempos de Corinna. En El País te has jactado, eso me dicen, de que eres el ideológo de la famosa frasecita real: “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”. Ayuso fue director de comunicación de don Juan Carlos. Tan requetebién desempeñó su cargo (él y su amigo del CNI) que el emérito, años después, tuvo que abandonar España con el rabo entre las piernas por corrupción y por el caso Corinna. Y eso que su misión allí era tapar y hasta desinformar.
Pero pensándolo bien ahora: menos mal que Ayuso estaba entonces enterrando de mala manera las miserias del Rey o las del BBVA en época de Francisco González cuando este modesto periodista nutría a EL PAÍS de exclusivas como las del caso Gürtel, una tras otra (por las que recibí el Premio Ortega y Gasset). Y menos mal, que tampoco estaba entonces en el periódico tu moqueta traidora cuando publiqué la Operación Puerto (exclusiva mundial relacionada con el dopaje en el ciclismo), ni cuando el despilfarro en la Ciudad de la Justicia de Madrid, ni cuando la Púnica, ni cuando el caso Conde, o el caso Morodo, ni cuando los enchufes del Tribunal de Cuentas, ni cuando los papeles de Bárcenas ni cuando anticipé la sentencia del procés, entre tantas otras primicias. Todo esto sin contar las decenas de reportajes e informaciones sobre las personas más vulnerables y desprotegidas de la sociedad. Basta con echar un vistazo a la hemeroteca. No a la tuya, donde destacan noticias agradables del BBVA.
Repito: menos mal, dios mío, que no estabas en EL PAÍS en esos momentos. Igual te hubieses puesto ahora a largar por ahí mis fuentes, y eso que yo nunca hablo de ellas, y menos contigo. En realidad, casi nunca hablé contigo, ¿qué podías aportarme tú desde el felpudo reluciente en el que esperabas la jugosa nómina que otros compañeros peleaban por ti? A mí sí me quedan muchos amigos en EL PAÍS, que sigue siendo mi casa. Que pregunten por El Señorito en las secciones en que ha estado. Por diferentes motivos, fue voluntad mía dejar el periódico hace varios meses tras muchos años de plena dedicación. Pero de ti, prescindieron, Ayuso. Recuerdo que a nadie extrañó o inquietó tu salida. Ni siquiera en el comité de empresa del que yo formaba parte. “Echan a Ayuso”. ¿Y?
Seguramente te hallas entre los periodistas de este país que más traducción económica personal ha hecho de la nadería. La gente, es cierto, se acuerda aún de tus elogiosos articulitos (ahí está la hemeroteca) sobre el expresidente del BBVA Francisco González. Sí, el mismo que, en agradecimiento servil, te hizo el contrato millonario para que te fueses con él de director de comunicación.
Y también se acuerdan en El País de que en los últimos años empezaste a hablar del patrimonio de Villarejo en la campaña que montaste al dictado del CNI y de Asuntos Internos de la Policía contra él. Villarejo habrá hecho lo que haya hecho y por ello está siendo juzgado. Los jueces decidirán. Tu inquina con él surgió porque llegó a tus oídos que el comisario había pedido a tu jefe, Francisco González, y al parecer con éxito, los papeles de tu contrato millonario. Has ganado muchísimo dinero en este oficio, Ayuso, pero seguro que no obedece a tus exclusivas ni a tu labor social periodística.
Deja de dar doctrinilla barata de moqueta y explica a quién llevabas a escondidas a la planta noble de EL PAÍS buscando consenso contra Villarejo.
Me dicen que has hecho un llamamiento en las redes para buscar a los periodistas infiltrados de Villarejo, entre los que me incluyes junto a otros compañeros de EL PAÍS y la SER (es decir, has iniciado una campaña personal contra compañeros que nadie sabe a qué viene ni qué te ha picado). Una cuestión Ayuso: ¿Qué quieres decir con infiltrados de Villarejo? ¿Acaso te refieres a los excompañeros que han tenido acceso a los audios del comisario y que, lógicamente, los han publicado como un servicio más a la democracia y a la transparencia que tú trataste de ocultar cuando estabas en EL PAÍS? ¿Te refieres a esos compañeros que, en el ejercicio de su trabajo, descienden a las cloacas, o donde sea, como es su labor, para nutrir el periódico de primicias y dar un servicio al ciudadano mientras tu pesebreas? ¿Qué es eso de infiltrados, Ayuso? ¿A qué te refieres?
Para que, en todo caso, tu búsqueda de infiltrados te sea más eficaz (y plural) en este conflicto entre tu íntimo Sanz Roldán y Villarejo, te ayudaré a encontrar al infiltrado (según tu propia terminología) del CNI en EL PAÍS.
Tú, Ayuso, anótatelo en la moqueta, eras el gran infiltrado del CNI en EL PAÍS. (Y esto no me lo han contado, lo viví yo en persona; vetabas sistemáticamente las noticias de contraste de Villarejo y pisoteabas la pluralidad).
Yo y muchos te vimos entrar con el exjefe del CNI a escondidas para reuniros con Antonio Caño (por aquel entonces director de El País, a mi juicio, un buen director, pero criticado por rodearse de gente como tú). Desde ese día empezaste a publicar dictados sobre el patrimonio de Villarejo poniéndote al servicio de los otros espías de esta película.
Por primera vez en mi vida he revelado una fuente. “Lo siento mucho, me he equivocado… no volverá a ocurrir”. Pediré cita con urgencia en la primera planta de La Paz. Pero Ayuso, confío en que saltes de una vez de tu moqueta millonaria y me esperes allí.
Vaya par.