A medida que suben los termómetros, también se dispara el riesgo de intoxicaciones alimentarias. A partir de los 30 °C, la reproducción de bacterias se acelera y la seguridad de los alimentos entra en zona de peligro. En regiones donde el mercurio supera los 35 o incluso 40 grados, el margen de error se reduce drásticamente. La gastroenteróloga Yazmín Quiñones lo resume así: “A más calor, más riesgo invisible”.
Uno de los errores más comunes es recalentar varias veces el mismo alimento. “No se debe sacar y volver a guardar en la nevera, ni calentar por tandas”, advierte Quiñones. Cada cambio térmico da oportunidad a bacterias como Bacillus cereus, Salmonella o E. coli de multiplicarse, según una información publicada en Diario de Yucatán.
El arroz mal conservado puede causar síntomas en menos de una hora. Las carnes, el pescado y los huevos son particularmente sensibles si no están bien cocidos. Las cremas, quesos y salsas caseras, si se dejan fuera de la nevera, se convierten en un cóctel tóxico.
Los signos clásicos de intoxicación alimentaria —náuseas, vómitos, diarrea, fiebre— pueden aparecer en cuestión de minutos. En menores de dos años, embarazadas y personas mayores, la deshidratación puede ser crítica. El consejo: acudir al médico ante los primeros síntomas.
En verano, el contenido del tupper escolar debe ser revisado con lupa. Yogures, productos lácteos o sándwiches con mayonesa pueden descomponerse antes del recreo. Frutas con piel y cereales secos son alternativas seguras. “Lo importante es que no estén al sol”, subraya la especialista.
Preparar grandes cantidades de comida para eventos y dejarla a temperatura ambiente durante horas es otra fuente frecuente de intoxicaciones alimentarias. Lo mismo ocurre con los alimentos callejeros, como los esquites o antojitos, expuestos durante horas al calor sin refrigeración ni control.