Hay palabras cacofónicas, es decir, que “huelen mal” y por eso se emplean para insultar a los políticos, sobre todo en estos tiempos.
Me da pena por ellos, que saldrán tan perfumados a la lucha diaria de sus ministerios o al sinvivir ruidoso de la Moncloa y que alguien le suelte de pronto: “Vete a la mierda”… en lugar de decirle: “Te llevaría conmigo a las más perfumadas rosaledas”. Porque una cosa es estar allí y luego tirar de la cadena y otra permanecer sin remedio en la desembocadura de los muladares.
Otros, al verles por las calles inaugurando cosas, que no tienen idea para lo que sirven porque ellos mismos no sirven para nada, vociferan a los pobres políticos llamándoles “hijos de puta o cabrones”. Yo he visto a algunas de sus madres, que viven todavía, echarse mano a sus pechos y a sus partes para constatar que mantuvieron cortitas sus pasiones fuera del matrimonio y que, por tanto, sus maridos no llegaron a ser ni cabroncillos.
¡Qué injusto es este mundo!
pedrouve
Aún asi el insulto empobrece y se agota al instante. No suerte el efecto pretendido,aunque lo parezca. Me quedo con la inteligente ironía y la sentencia pronunciada a tiempo. En este país tenemos grandes cómicos que toman como modelo al genial Quevedo. Lo dicho queda en nuestra memoria.
Quevedo era genial, «es un hombre pegado a una nariz», decía de……
de López de Vega?
Lope
Góngora