Cinco años tenía Miguel Uribe Turbay cuando mataron a su madre Diana, en 1991; periodista y abogada, hija a su vez del Presidente de Colombia Turbay Ayala.
Casualmente, el día de su entierro estaba yo en Bogotá, saliendo de visitar el museo del oro, cuando una caravana de coches con coronas desfilaban camino de la catedral. Fui testigo del llanto incontenible y sincero de un pueblo que sigue teniendo terroristas camuflados en demócratas.
A Diana la mató Pablo Escobar; a su hijo, los herederos de aquellos que odian la decencia y difícilmente van a permitir que se instalen en el Gobierno personas honestas, como era Miguel, con la mejor intención de erradicar a las mafias y a los asesinos… Los matan y no pasa nada.
En Venezuela ganó limpiamente las últimas elecciones generales Edmundo González Urrutia con María Corina Machado… Tuvieron que huir antes de que les hicieran lo mismo. El pueblo, América, Europa entera se conmovió… ¿y qué? Todo sigue igual. ¡Nunca pasa nada!
Somos hijos de una indiferencia colectiva, anestesiada por cuatro regalías que pronto terminarán pasándonos factura.
Pedro Villarejo