Hoy: 19 de febrero de 2025
Es común escuchar a miembros de la Generación X afirmar que los millennials y la Generación Z presentan muchas deficiencias, que los jóvenes de hoy no son tan buenos como los de antes. Pero si miramos atrás, veremos que los baby boomers decían lo mismo de la Generación X. Lo escuché más de una vez de los contemporáneos de mis padres. Probablemente la llamada Greatest Generation, nacida a principios del siglo XX, pensó lo mismo de los jóvenes que vinieron después, los baby boomers.
Me detengo un momento en esta generación, la considerada “más grande”, la que creció durante la Gran Depresión y luchó en la Segunda Guerra Mundial. Fueron admirados por su valentía, sacrificio y capacidad de reconstrucción en una época de gran adversidad. Muchos regresaron a sus países tras la guerra y contribuyeron a la prosperidad del país. Particularmente se les reconoció en Estados Unidos. Sin embargo, incluso Henry Ford se quejaba de que los jóvenes de su tiempo —precisamente los de la Greatest Generation— eran blandos.
Este fenómeno no es nuevo. Giovanni Boccaccio, en el siglo XIV, veía a los jóvenes de su época como débiles, aunque más tarde serían ellos quienes sentarían las bases del Renacimiento. Samuel Johnson en el siglo XVIII lamentaba su frivolidad. Neil Postman, en el siglo XX, criticaba cómo la televisión los estaba infantilizando. Sócrates lamentaba la falta de respeto de los jóvenes hacia los mayores. Confucio se quejaba de su falta de disciplina. Si seguimos la cadena, tal vez la insatisfacción con la progenie llegaría hasta Adán y Eva, donde, en efecto, parecería que Caín fue peor que sus padres…
“Todo tiempo pasado fue mejor”, reza la conocida frase. A menudo, idealizamos el ayer con nostalgia y percibimos el presente como un desafío constante. Evaluamos a las nuevas generaciones con una dureza que no aplicamos a la nuestra, como si, por definición, fueran inferiores. Pero ¿realmente lo son?
Después de la Greatest Generation vino la Generación Silenciosa (1928-1945), que creció en la Segunda Guerra Mundial, aunque demasiado jóvenes para combatir en ella. Fueron los arquitectos de la sociedad de posguerra, promovieron grandes cambios sociales y, al mismo tiempo, se ajustaron más a las normas establecidas. Buscaban estabilidad, crecimiento económico y priorizaron la familia y el ahorro.
Los baby boomers fueron optimistas, trabajadores e individualistas, aunque resistentes al cambio. La Generación X, por su parte, destacó por su independencia, escepticismo y capacidad de adaptación, aunque a veces se les notaba rigidez. Los millennials son tecnológicos, diversos, centrados en la experiencia y con un fuerte deseo de propósito, pero en ocasiones inconstantes. La Generación Z, nativa digital, inquieta, con conciencia social y ambiental, si bien es cierto que más ansiosa. Si nos remontamos al siglo XX, podemos identificar al menos seis generaciones, cada una con rasgos distintivos.
Un breve paréntesis en la Generación Z, que algunos critican. Quizá en 2050 sea recordada como la generación que superó la pandemia, con ciertos tintes de heroísmo. Espero que ellos no sean hipercríticos con la Generación Alfa. Un ejemplo más de cómo la perspectiva del tiempo y la mirada hacia atrás reconoce aspectos que en el presente pasamos por alto.
Sin embargo, estas clasificaciones son, en cierta medida, reduccionistas. Encasillar a millones de personas en categorías rígidas simplifica demasiado la realidad. Dentro de cada generación hay individuos con rasgos que podrían pertenecer a otra. No todos los millennials son idealistas ni todos los baby boomers son resistentes a la tecnología. Existen jóvenes de la Generación Z más trabajadores y optimistas que algunos baby boomers. Aun así, estas agrupaciones nos ayudan a comprender tendencias, contextos y características que influyen en los acontecimientos.
El entorno en el que crece cada generación moldea su carácter, sacando lo mejor o lo peor de ella. Sin la Segunda Guerra Mundial, quizá la Greatest Generation no habría sido considerada “la más grande”. Sin una posguerra traumática, la Generación Silenciosa podría haber sido menos callada. Sin el auge del mundo digital, es probable que la generación actual no fuera tan ansiosa.
No creo que sea correcto calificar a una generación como mejor o peor. Más bien, diría que son diferentes. Son hijos de su tiempo, moldeados por circunstancias y desafíos distintos. Como seres humanos, comparten las mismas debilidades y miserias, pero también la capacidad de trascender y gozan de, exactamente, la misma dignidad. Ojalá las generaciones adultas de hoy logremos construir mejores contextos, incentivar mejores respuestas ante los problemas, ayudar a los jóvenes a no rehuir las dificultades y superarlas, potenciar sus cualidades y propiciar un entorno esperanzador. Que seamos capaces de crear ecosistemas en los que los jóvenes actuales puedan florecer, a tal grado que terminen superándonos como generación.
*Por su interés, reproducimos este artículo de Santiago García Álvarez, publicado en Excelsior