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García Lorca en Buenos Aires

Fuente de Fuente-Vaqueros.| Fuente: Ayuntamiento de Fuente Vaqueros

CAPÍTULO V

Antecedentes de Lorca en España (1ª Parte)

No es posible aceptar, como muchos han repetido exageradamente, que Lorca debe su fama de poeta, de dramaturgo, a que estuvo en Buenos Aires, y desde aquí se le ensancharon al mundo los ojos para descubrirlo. Sí, es verdad, fueron muy serios, muy importantes aquellos cinco meses en Argentina, sobre todo para su teatro, pero Federico trajo ya a Buenos Aires un fecundo equipaje poético y el júbilo de los aplausos temblándole en los oídos. Esta es, brevemente, la historia de Federico García Lorca cuando se acercó a nosotros el 13 de octubre de 1933:

García Lorca había nacido en Fuente-Vaqueros (un pueblo con el agua en medio y una costumbre de ganados) 35 años antes de venir a la Argentina. El mismo año de su nacimiento se suicida Ganivet en la frialdad de Dwina: Granada tiene en Federico reemplazo para la historia.

“Mi padre agricultor, hombre rico, emprendedor, buen caballista … Mi madre, de fina familia … Mi padre se casó viudo con mi madre. Mi infancia es la obsesión de unos cubiertos de plata y de unos retratos de aquella que pudo ser mi madre: Matilde Palacios”. . . 1

Federico puede descubrir su medio y, a veces, inventar lo que echa de menos, pero no se atreve a contarnos su nostalgia salida de un chorro equivocado de la fuente de Fuente-Vaqueros. Su enorme alegría le servirá para jugar con la vida, cuando la vida tenga cansancio de tarde y sólo quiera llorar. El buscará siempre —lo ha señalado muy bien Umbral— la alegría del pueblo andaluz y únicamente se encontrará con su pena.

Tendría el poeta 5 o 6 años cuando se traslada con su familia a Valderrubio, apenas un pueblo que lindaba con las fincas de su padre. Allí pasó los años más felices de su vida: “Mi infancia es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón . . . Toda mi infancia es pueblo. Pastores, campos, cielo, soledad.2

“En abril de mi infancia yo cantaba”.3

. . . Pero de pronto se encontró con la pena:

“Solían acudir a su casa a pedir limosna los gitanillos del pueblo. Federico, cuando los veía venir, se iba a la cocina y cogía, sin que le viesen, el pan más grande que encontraba para dárselo a los gitanillos”.4

Sin que le viesen. . . esto es lo que más aterra de Federico —y de aquellas generaciones, y de las otras— : hacer las cosas a escondidas. Ocultar, no ya lo malo, sino también lo bueno. Había necesidad de vestirse de máscara5 para que el mundo no supiese de verdad quien era. Quizá fuera un gesto de humildad, o más bien un gesto de temor.

En aquella época saca ropa de los viejos armarios y viste a las criadas de hechiceras, de “favoritas de sultanes” corriendo por imaginarios jardines, de emperatrices de cocina … y se reía con ellas adivinando lo que hubieran sido en Alhambras de papel de seda. Dolores “La Colorina”, Anilla “La Juanera”, las sirvientas de su casa, van a devolverle el juego recreando para él romances olvidados: coplas de ciegos que clavan con su varita mágica en los ojos asombrados de Federico. Un mundo de sueños que luego recogerá el poeta para el ama de Doña Rosita, o le servirán de hilo para tejer poemas.

Anilla y Dolores, mujeres de moño alto con olor de ropa tendida en los juncos, criadas sabias con cultura de cántaro en la plaza, dormirán con cuentecillos de miedo al niño Federico, como éste que oí una vez en Granada:

—Duérmete, hijito mío, mío, mío que ya se irá.

—¡Que no me voy, que debajo la cama estoy!

Miedo que acompañará al poeta hasta aquella madrugada del 36.

NOTAS

1. E. Jiménez Caballero, Itinerarios Jóvenes de España: F.G.L. Gaceta Literaria, diciembre de 1928.
2. Ibidem.
3. O.C. I, Pág. 28.
4. José Luis Cano, García horca. Destino Libro, pág. 61.
5. Puedes ir preparando las túnicas y los turbantes: carta a A. Barrios, nov. 1919. García Lorca, cartas, postales…
También escuchamos a su hermano Francisco manifestando que Federico era amigo del disfraz.

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