La debilidad que siento por la señora Miriam Nogueras puede que llegue a rozar lo pecaminoso. Y no quiero yo, a estas alturas, dar paso a las debilidades.
Cuando en días pasados se levantó de su sillón congresal para señalar con el índice al señor Presidente de Gobierno sobre la necesidad de que empecemos a hablar de la hora del cambio, más que del cambio de hora, me estremecí pensando que su énfasis tenía la severidad de una amenaza. Como esta señora habla siempre en catalán, pedí que me tradujeran su frase destemplada y no, había entendido claramente su insinuación de que el Presidente debía pedir, políticamente, la Unción de Enfermos a algún cura amigo cuanto antes.
Hasta ahora, la señora portavoz sólo ha mostrado su navajita de pelar naranjas. Puede que esta vez vaya un poco más en serio su amenaza ya que Puigdemont debe sentirse engañado al no ver cumplida en su persona la amnistía. Tampoco queda ya mucho que pedir, sólo algunas macetas que adornen el palacete de Waterloo desde donde ve, cada día que pasa, una sombra espesa para su desdichado porvenir.
Pedro Villarejo