En alguna parte he escrito que en mi adolescencia se iba de paseo a la estación porque entones los trenes se llevaban las almas de los viajeros y hoy sólo trasladan la angustia de su prisa por llegar a los sitios donde casi nadie les espera.
Aquí en Veraluz estamos muy atentos a las cosas que pasan en el resto de España y se sabe que a muchas estaciones importantes se las ha distinguido con el nombre de mujeres relevantes. Así, la estación de Málaga se la conoce por María Zambrano, a la de Madrid por Almudena Grandes, la de Segovia por Guiomar, que es el lírico apodo con el que Marchado se dirigía a doña Pilar de Valderrama… En nuestro pueblo llevamos dos años solicitando que nuestra estación pueda ser reconocida como Veraluz-Rosenda, como testimonio de una señora virtuosa que nos trajo a la iglesia los cursillos de cristiandad y, cuando falleció su esposo, don Roberto Rocahermosa, dejó un peculio suficiente para la Residencia de Ancianos.
Es cierto que doña Rosenda nunca fue columnista de El País, pero creía en Dios y siempre iba a misa… quizá por eso no la tengan en cuenta.
Pedro Villarejo