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Entre pitos y flautas

D. Juan Carlos de Borbón y Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. | Fuente: Publico.es

EL DUENDE

Cada día le resulta más difícil esconderse. Si por vereda va, pitos escucha; si por camino, abucheos y pancartas que él trata de disimular como si fuera sordo y ciego. Me da pena, porque guapo es, como ha dicho Tezanos. Pero ni Tezanos ni él, seguramente, han leído lo que escribió Sócrates: “La belleza es una efímera tiranía”. Más tiránica aun es, en el tiempo, la vanidad de habérselo creído.

Abundo en la pena al descubrir que ha hecho mal las cosas encontrando, en los falsos amigos, engaños envueltos en papel de seda. ¿O ha sido él quien ha tratado de engañarlos? Al fin, poco a poco se va construyendo en este mundo un paraíso donde sólo pueden convivir los cínicos.

Con esa rabia a cuestas no quiere que el Emérito vaya a Londres al funeral de su prima, para que desde España no se escuchen las flautas del recibimiento, tan sonoras en Edimburgo. Y acaso no deba ir, aunque por distintas razones con las que su hijo y él tratan de impedírselo.

No debe ir porque, a esa edad, cualquier entierro es siempre un espejo que las lágrimas quiebran imaginándose el propio. Mi madre, con los mismos años, solía referir: “Por mucho que me quede no me puede quedar mucho”… y cerraba los ojos para recordar lo que aún no había sucedido.

Otro consejo, desde aquí para el Emérito, es que en el Reino Unido hay jueces que no le ven con buenos ojos y a lo peor aprovecharían para hacerle pasar un mal rato. Además, puede que el sitio donde lo sentaran no sea el que le corresponde.

Entre pitos y flautas se nos va la vida. Y, como escuchaba entre sollozos La Parrala, unos decían que sí y otros decían que no, según los favores recibidos.

EL DUENDE

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