SERGIO SARMIENTO
“Que los hombres no aprenden mucho de las lecciones de la historia es la más importante de las lecciones que la historia nos puede enseñar” (Aldous Huxley)
No, no pienso que el rey Felipe de España tenga por qué ofrecer una disculpa por la conquista de hace poco más de medio milenio. Ni España ni México existían. Es claro que hubo abusos en la conquista, pero esa no es razón para que el rey de España ofrezca una disculpa. La historia hay que entenderla, no manipularla para propósitos políticos.
Tampoco estaría de acuerdo con que el estado de Tlaxcala exigiera una disculpa al gobierno federal mexicano por los abusos que los mexicas cometieron contra los tlaxcaltecas antes de la conquista española. Estos abusos llevaron a cientos de miles de tlaxcaltecas a unirse al escaso contingente de Hernán Cortés para derrotar a los mexicas. Quizá el presidente no lo sabe, pero la conquista la realizaron tanto los tlaxcaltecas como los españoles.
No estaría de acuerdo, tampoco, en que el gobierno de López Obrador le exigiera a la gobernadora de Tlaxcala, Lorena Cuéllar, una disculpa por esa conquista de 1521. No tendría sentido que López Obrador exigiera hoy una disculpa al presidente Joe Biden de los Estados Unidos por la invasión estadounidense de 1846 y 1847.
No tengo duda de que la intervención fue un abuso monumental y también el Tratado Guadalupe Hidalgo de 1848, que obligó al gobierno mexicano a aceptar una paz en la que cedía a Estados Unidos la mitad del territorio nacional. Pero López Obrador no ha exigido esa disculpa a Biden ni ha dejado de invitar al presidente de Estados Unidos a la ceremonia de inauguración de Claudia Sheinbaum.
No pienso, por otra parte, que el gobierno de México tenga que ofrecer una disculpa a Guatemala por habernos quedado con Chiapas y el Soconusco después de la independencia, a pesar de los derechos que Guatemala tenía sobre esos territorios.
No coincido con los líderes islamistas de al-Qaida y el Estado Islámico que exigen que España regrese a la fe islámica porque formó parte de un Estado musulmán del 711 a 1492. Tampoco estaría de acuerdo en que el gobierno español demandara una disculpa a Arabia Saudita por la conquista árabe de la península ibérica que duró ocho siglos. No creo que España deba exigir una disculpa a Italia por la conquista romana de 218 a.C al 19 a.C. No creo que el Reino Unido deba exigir una disculpa a Noruega por las violentas invasiones vikingas de los siglos VIII y IX.
La historia hay que entenderla, pero tengo la impresión de que López Obrador no se ha preocupado por comprender ni la de nuestro país ni la del mundo. Lo demuestra en muchos de sus desplantes políticos, que buscan votos, pero revelan ignorancia diplomática e histórica. “México ya no es colonia de ningún país extranjero”, ha dicho. Pero que México no sea una colonia no le da derecho a exigir una disculpa pública a un gobernante extranjero por una falta que no cometió desde un país que no existía.
México no es colonia, pero no por ello debe dejar de mostrar respeto a las formas de gobierno de otros países. Quizá al presidente no le gustan las monarquías y por eso decidió invitar a la inauguración al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, pero no al rey.
El jefe del Estado español, sin embargo, es el rey y no el primer ministro. España es una monarquía constitucional, como el Reino Unido, Dinamarca, Bélgica o Suecia, todas las cuales tienen derecho a contar con monarcas como cabezas de sus Estados. Y quizá el presidente lo ignore, pero estas monarquías han dado a sus gobernados mayor prosperidad y respeto a los derechos humanos que México con sus dos siglos como república.
Dice el presidente que no expropió Calica, sino que declaró un área natural protegida. Efectivamente, pero esa es una acción todavía más perversa. La expropiación obliga a indemnizar. Con el área natural protegida, López Obrador impide a la empresa realizar sus actividades productivas, aplica un decreto de manera retroactiva y niega el pago de una indemnización justa.
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Por su interés reproducimos este artículo firmado por SERGIO SARMIENTO publicado en el Diario de Chihuahua.